TAt estas horas Rita, que es el nombre de la última tormenta tropical que ha devenido en huracán, está ya cerca de los Estados Unidos y va cobrando fuerza cuanto más lento avanza, recogiendo agua y cargando vientos para desplomarlos sobre las costas a las que llegue, en una ruleta rusa en la que las altas presiones determinan su trayectoria. Este año la temporada ciclónica --de julio a noviembre-- está resultando especialmente dura, tanto por el número de huracanes como por la intensidad de los mismos. El Caribe es receptor de estos fenómenos naturales que se originan en el Atlántico y no hay un solo científico meteorólogo que tenga dudas de que el calentamiento de la tierra y la disminución de la capa de ozono son las causas directas del incremento de estos elementos atmosféricos y de la violencia de las catástrofes que originan. Katrina ha sido la estrella trágica de la temporada --por lo menos hasta ahora--, pero el peligro no ha desaparecido este año todavía. Se da la circunstancia que toda la costa sur de Estados Unidos es receptora potencial de este ímpetu destructor. Pero sus ciudadanos no preguntan a sus autoridades por la negativa a suscribir el compromiso de Kioto, ni por la escasa preocupación por disminuir las causas directas del deterioro ambiental, cuya sociedad es uno de los principales responsables por un consumo desaforado e incontrolado de combustibles sólidos y otros emisores de gases contaminantes.

Rita ha azotado, con sus lluvias, La Habana durante las últimas setenta y dos horas, pero esta vez todavía hemos tenido suerte. Ni Cuba ni Miami han sufrido especialmente, porque el huracán ha atravesado el estrecho de La Florida con una trayectoria equidistante de los dos países que con tanto recelo se observan en cualquier asunto político. La historia futura va a juzgar a las generaciones que hemos contribuido a este deterioro ambiental con una dureza incomparable. El hombre, una vez más, observa el desastre que provoca, en lo más sagrado y valioso que tiene, sin que quienes pueden tomar las medidas para impedirlo hagan nada.

El crecimiento económico, la acumulación de riqueza y los resultados para hoy sin pensar en el futuro son los padres de la gran tragedia con la que vamos a obsequiar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos.

*Periodista