TLtos medios de comunicación deben mirar con lupa los presupuestos de las instituciones y fiscalizar a los gobernantes. Estos días, coincidiendo con la aprobación de los presupuestos más austeros de la democracia, hemos conocido algunas cifras. Dan para la demagogia, de acuerdo, pero también para corroborar que, pese a la situación, hay una determinada clase política que nos toma el pelo.

Vean los ejemplos. En el primer aniversario del aeropuerto de Castellón hemos conocido que chupa de las arcas públicas seis millones de euros anuales. Eso son 508.000 euros cada mes en mantenimiento, sueldos, vigilancia y protección de la fauna. La parte de la fauna son 90.000 euros anuales e incluye ocho hurones para controlar una plaga de conejos que amenaza con comerse los cables de la infraestructura. Más una patrulla de ocho halcones para eliminar a las aves que puedan afectar a unos aviones que, de momento, no existen.

Dos días después, y para no perder una tradición obsoleta y narcisista, se anuncia que en los pasillos del Congreso lucirá un retrato de su expresidente José Bono que ha costado 82.000 euros. Los de otros exaltos cargos oscilaron entre 25.000 y 100.000, dependiendo de si se trataba de una foto (la de Marín , también en el Congreso) o una pintura (la de Alvarez-Cascos en el Ministerio de Fomento). Después los criticamos porque no velan por la cultura, y fíjense si aprecian el arte que creen que hay que pagarlo, perdón, que tenemos que pagarlo. Al día siguiente leo que atender a un enfermo de alzhéimer en España supone 30.000 euros cada año. Entre enfermos y cuidadores, hay tres millones y medio de personas afectadas por esta enfermedad. Y no puedo evitar pensar en los hurones, los halcones y los cuadros.

Las tijeras no pueden pasar por las batas de sanidad: hay que cortar las alas de los que tienen sueños de grandeza.