TEtn lo que llevo de vida creo que sé de dos casos de metamorfosis humana. Uno es el caso de Gregorio Samsa , el desgraciado joven viajante de comercio al que Franz Kafka transformó en escarabajo de la noche a la mañana. El otro, más cercano y real, podría ser el que experimentó Gregorio Santos , un jornalero extremeño que al principio de la década de los sesenta marchó a Cataluña en busca de una existencia menos precaria que la que le ofrecía Extremadura. Por aquel entonces Gregorio Santos se había licenciado del servicio militar y oyó la voz catalana que reclamaba brazos y piernas que pusieran en funcionamiento su proyecto industrial. Y allí marchó nuestro paisano, cargado con la incertidumbre y el temor propio del que se dispone a enfrentarse a nuevos retos. Bastaron dos años para que en Gregorio se notara ligeramente la primera fase de su metamorfosis: de ser un jornalero pasó a ser un trabajador industrial; de cobrar un jornal pasó a cobrar un salario. Durante los años sucesivos nuestro paisano participó en todas la manifestaciones que se convocaban para mejorar los salarios y condiciones de los trabajadores de la fábrica, en todas las huelgas, en todos los actos reivindicativos. Al cabo de veinte años estaba considerado uno de los más importantes cabecillas sindicales de la zona. Su proceso de metamorfosis se había completado. El entorno industrial en el que se había movido durante esos años había modelado su nueva idiosincrasia. Hoy, ya jubilado, ha vuelto a su pueblo extremeño. Es muy aficionado a la micología y a la apicultura, y dice ser feliz. Pero hay algo que le duele bastante: que algunos digan que los extremeños somos conformistas, sumisos y apoltronados, porque él, como todos los trabajadores extremeños que formaron y forman parte de la masa trabajadora de las regiones más industrializadas son un ejemplo de todo lo contrario.

*Pintor