Profesor

Pasaron los días, las semanas y los años y al igual que ocurriera en Panamá o Afganistán, nadie o casi nadie recordará a los que iniciaron como salvadores del mundo su propia salvación económica a costa de la vida, mejor dicho de la muerte, de miles de habitantes de estas tierras, que al igual que ocurre en Irak o entre tantas zonas geográficas del mundo, tuvieron la suerte y el infortunio de que en su subsuelo se encontrara oro, petróleo, gas o simplemente se construyera un canal clave para la economía mundial.

Los imperios de la antigüedad tienen en común, con estos nuevos neocolonialismo o imperialismos, Made in USA, todas o casi todas las malas normas generales de comportamiento entre las que destacan dos: aniquilación y sometimiento del enemigo, envío de gobernadores para la pacificación y explotación de los recursos de la zona conquistada.

Antes, una vez dominado el territorio, los nuevos dueños de la zona gustaban de demostrarle al pueblo invadido, la suerte tan grande que habían tenido por haber sido conquistados, civilizados y sacados de la barbarie en la que se encontraban e incluso en algunos casos liberados del paganismo.

Antes, resultaba útil siempre y después de la invasión, procurarse algunos amigos y colaboradores en el nuevo territorio conquistado, que a cambio de una cierta situación privilegiada no dudaba en traicionar a su pueblo y adaptarse a la nueva vida que marcaban los invasores.

Antes, los imperios y también después, pasaban totalmente del respeto a las costumbres, religión, lengua o normas culturales imponiendo a la fuerza las directrices que marcaban las metrópolis. Pero eso por fortuna era antes.