Profesor

Hemos de reconocer que a algunos nos mantuvieron medio engañados por cierto tiempo. Que nos dieron el pego. Quienes no tenemos una militancia política concreta, en ejercicio de una libertad tan respetable como la de quienes optan por entregar cuerpo y alma a una disciplina partidista, tenemos la ventaja de que ante cada situación concreta sea nuestro propio criterio, alimentado, eso sí, por las opiniones que oímos a derecha e izquierda, el que decida qué actitud tomar. Y así, por ejemplo, una buena parte del colectivo docente, ante el caótico estado en que unas leyes tan bien intencionadas como erróneas sumieron, años ha, a la enseñanza media (de la universitaria que hablen otros, que motivos no les faltarán), se mostró favorable sin disimulos ante las anunciadas reformas promovidas por el actual Gobierno. Aunque, para decirlo todo, muchos hubiéramos de tragar saliva ante aspectos muy concretos de ellas, como los referentes a los privilegios que, de nuevo, se otorgarán a la enseñanza religiosa; privilegios que supondrán una discriminación para buena parte de nuestros alumnos. Como en nuestras manifestaciones públicas no nos mueve ningún interés espurio, incluso admitimos que en el asunto del Prestige , la crítica al Ejecutivo rozó en ocasiones lo demagógico, pues llegaba a parecer en ciertos momentos que hubiera sido el mismísimo Alvarez Cascos quien hubiera ordenado el hundimiento del petrolero.

Gracias a esa independencia, es posible que ahora se nos conceda credibilidad cuando juzgamos con toda la dureza de la que somos capaces y que las buenas formas nos permiten la política seguida por Aznar y el Partido Popular con relación a la guerra de Irak. Nos hemos sentidos avergonzados al ver a nuestro presidente haciendo de felpudo de Bush, hemos tenido que desviar la mirada para no tener que ver a la penosa ministra de Asuntos Exteriores defendiendo torpemente en la ONU lo indefendible, nos hemos revuelto en nuestros asientos al presenciar la actitud prepotente de los diputados gubernamentales en el Congreso cuando la oposición les canta las verdades del barquero. De la señora Rubí, mejor no hablar.

Es probable que algunas minorías estén utilizando medios ilegítimos para manifestar su protesta ante lo que está viviendo el mundo. Son muy de lamentar, ciertamente, los cristales que al final de pacíficas y multitudinarias manifestaciones rompen media docena de incontrolados. Aunque es de una hipocresía que roza lo delictivo escandalizarse de ello y, al mismo tiempo, apoyar con el voto los desalmados bombardeos que están destrozando, no los vidrios de unos grandes almacenes, sino los cuerpos de miles de seres humanos, asesinados en nombre de un Dios cuyo nombre desprecian quienes lo usan tan criminalmente en vano. Los independientes no militamos en ningún partido. Pero votamos. O volveremos a votar, después de algún tiempo sin hacerlo. Y tenemos meridianamente claro quiénes son los que apoyan la barbarie. El engaño ha concluido. Las máscaras cayeron. No contarán con nuestra papeleta.