Después de la casa, el coche. A la gran alarma porque no se venden pisos ha seguido la provocada por la caída de ventas de automóviles. Y el del motor es un sector industrial estratégico, tanto por el empleo directo que genera como por el indirecto y por su presencia dinamizadora en varias autonomías españolas. El anuncio de regulación temporal en Seat (Cataluña) y el de medidas más drásticas en Ford (Valencia) y General Motors (Aragón) no debe inscribirse, sin razonarlo mejor, en el contexto de la crisis.

La fabricación de coches según el modelo japonés de los 80, ´just in time´ (la sincronización de las entregas de proveedores), ha sido muy exitoso en España. Pero tiene dos puntos débiles. Uno se comprobó en junio, cuando una huelga de transportistas por carretera dejó sin suministros, en pocos días, a las fábricas de coches. El otro es que, en cuanto caen las ventas, sean las de un fabricante en particular o del conjunto del sector, la minoración de ingresos se traslada inmediatamente a la reducción de plantilla.

En virtud de ese principio, como la venta de coches cayó en agosto, como venía sucediendo desde mayo, ha llegado el ajuste inmediato de las plantillas. Aún no está justificado, porque no se tiene en cuenta que hasta el 80% de los vehículos que las multinacionales fabrican en España se venden en el extranjero, y esos mercados no han tenido una debacle comparable a la nuestra. Además, según los datos del primer semestre del año, las 18 fábricas de automóviles instaladas en España presentaban resultados económicos que demuestran su rentabilidad, a la que ya ha contribuido la continuada reducción de plantillas.