El pasado domingo falleció Juan Goytisolo (Barcelona, 1931 - Marrakech, 2017), sin duda uno de los escritores más originales y controvertidos de la literatura española contemporánea.

Estos días hemos asistido a una avalancha de necrológicas, como es habitual en este país donde se regatea el reconocimiento a los vivos y se regala a espuertas a los muertos. Hay más de un columnista o bloguero especialista en el género, cuya bitácora adquiere por épocas un aire de funeraria.

Hubo largas semblanzas que se notaba a la legua que llevaban meses o años escritas y estaban esperando a que el escritor muriera para publicarse unos minutos después. A mí me cuesta entender esa facilidad con la que escriben algunos que se dicen embargados por el dolor pues, como decía Bécquer, «cuando siento no escribo», y si lo mejor es elogiar en vida, cualquier momento es bueno para llamar la atención sobre los libros imprescindibles.

Solo coincidí una vez con Goytisolo, hace ahora doce años. Se celebraba en Berlín, organizado por el Instituto Cervantes y el Goethe Institut, un coloquio sobre políticas de la memoria en Alemania y España. Allí vi saludarse con un abrazo a Jorge Semprún y Juan Goytisolo, los dos intelectuales más importantes que nos quedaban.

Durante uno de los recesos hablé con Goytisolo, que conversaba con naturalidad con los asistentes. Fueron apenas unos minutos. Lo más importante era lo que me había podido enseñar en sus libros, desde la osadía de novelas como Reivindicación del Conde Don Julián, Juan sin Tierra o Paisajes después de la batalla y autobiografías como Coto vedado y En los reinos de taifa, a su reivindicación de un canon heterodoxo en la literatura española, que contraponía a la pesada historia castiza que se venía contando en el franquismo y que en buena medida nos siguen contando.

Goytisolo era odiado por los plumíferos de derechas, como describí en mi libro De Giménez Caballero a Jiménez Losantos.

Los (anti)intelectuales de la derecha en España, que le envié a Marrakech y que me agradeció con una breve carta comentando su lectura. Pero no solo por ellos: ha sido cansino tener que defenderlo contra quienes lo acusaban de antiespañol, por vivir en Marruecos, y de criticar cosas de España viviendo en un país más retrógrado. Pero Goytisolo, que reprochó a los españoles, con razón, su falta de curiosidad por otras culturas y en particular por la de nuestros vecinos del sur, defendió con pasión las revoluciones de la primavera árabe, que por desgracia poco fruto dieron. Frente a tanto académico autocomplaciente, tanto Marías o Pérez Reverte encantado de haberse conocido, él era un ejemplo de escritor siempre en sobrepuja de sí mismo, siempre inconformista. La Junta de Extremadura tuvo el acierto de concederle en 2005 el Premio a la Creación. En su visita a nuestra región, Goytisolo visitó Hornachos, cuyo pasado morisco le interesaba especialmente.