Los analistas políticos han ensayado multitud de fórmulas, combinando todos los factores que han concurrido en unas elecciones modélicas, sobre todo, por la intensidad del debate político y su capacidad de movilizar a los ciudadanos de las más diversas tendencias. El sistema electoral de las presidenciales francesas obliga a realizar estudios comparativos entre los resultados de la primera vuelta y el desenlace definitivo entre los dos finalistas. André Glucksmann , en un reciente artículo cuyo contenido global no comparto, ha destacado que no se puede enterrar el magnífico despertar de la primera vuelta.

En esta ocasión han emergido cuestiones foráneas, como la unidad política europea, el atlantismo, la emigración, la política energética, medioambiental y el desarrollo sostenible tomando como referencia el impacto de sus políticas en la vida cotidiana. La Unión Política Europea, frenada repentinamente por los prejuicios ideológicos de una parte de la izquierda francesa, ha pasado factura. Siempre será mejor una mala Constitución que ninguna. No he conseguido asimilar las exquisitas objeciones de los sectores que, de manera obvia, señalaban las carencias sociales del texto sometido a votación. Dentro de los textos constitucionales, como se ha demostrado por la jurisprudencia de los tribunales, caben toda clase de políticas económicas y de progreso.

XLA PERSPECTIVAx de liderar el movimiento europeo junto con Alemania y el Reino Unido ha imbuido a sus ciudadanos del espíritu de la grandeur. Sectores de la izquierda francesa, envueltos en sus dogmas del pasado no lo entendieron así y lastraron significativamente las posibilidades electorales en la segunda vuelta de la candidata socialista Ségolène Royal . Pocas veces un debate electoral ha suscitado tanta expectación dentro y fuera de Francia como el que protagonizaron Nicolas Sarkozy y Royal. En nuestro país las conclusiones obtenidas nada tienen que ver con los contenidos de una larga sesión televisiva que en algunos momentos me resultó tediosa y que, en otros, alcanzó una fuerza dialéctica que constituye la esencia de la democracia. Muchos medios españoles llegaron a una conclusión desoladora: un debate de estas características sería imposible en nuestro país convulsionado por eso que, en los círculos madrileños, se llama crispación. La crispación es el resultado de lo que se conoce como método Ollendorf , plasmado en la máxima "tú pregunta lo que quieras que yo te contestaré lo que me parezca" o lo que hayan diseñado mis asesores mediáticos.

En el debate hubo un momento en el que la candidata socialista elevó el tono al indignarse ante la manipulación de los discapacitados. Sarkozy le reprochó su excesiva gestualización y sentenció olímpicamente que una persona que se indignaba ante una argumentación de este tono no podía ser presidenta de la República. Me parece más humana la indignación que la impasible frialdad de un oponente que no movió un músculo de la cara ante el reproche, a todas luces justo, que se le formulaba. Me parece frívolo o por lo menos poco científico, establecer como conclusión que ese momento fue decisivo para inclinar la balanza hacia el triunfador.

Como es lógico, concurrieron muchos y muy variados factores. La asimilación del flujo inmigratorio de las antiguas colonias, la desesperanza de las nuevas generaciones de raigambre francesa o de procedencia exterior, la política de orden apoyada en el fantasma del pasado, la venta de la seguridad como mercancía necesariamente perecedera y los matices sobre la política de impuestos y pensiones, inclinaron o convencieron al electorado francés para que encomendase estas misiones a un candidato que venía del Ministerio del Interior y no a una aspirante que ofrecía realidades e ilusiones cuyos objetivos necesariamente se verían dilatado a medio o largo plazo. La cuestión radica en valorar hasta dónde aguantan las costuras de un traje que ya está cortado y ajustado a la medida del país y de su globalización. La necesidad de estas nuevas ideas se ha puesto de manifiesto al contemplar las primeras medidas del nuevo presidente. Los guiños a la izquierda, la potenciación de las políticas que afectan al cambio climático y la incorporación de las generaciones del Magreb a responsabilidades políticas, alguna tan relevante como el Ministerio de Justicia, demuestran que el gesto airado de la candidata en un leve momento del debate no fue decisivo. Lo sustancial no es nunca la forma sino el contenido. ¿Cómo se pretende abordar la desesperanza de los sectores más jóvenes? ¿Qué parte del presupuesto se va a destinar a políticas de integración, educación y salud? ¿Alguien se atreve a pronosticar, como ha dicho el elegido en su campaña, un cambio en la política exterior aliándose con el atlantismo al margen de las decisiones de su predecesor?

Como ha señalado Paul Krugman , en el terreno de la política económica las expectativas son limitadas. Creo que esta conclusión hay que extenderla a toda clase de políticas. La cuestión es si el mercado está dispuesto a compartir los beneficios cada vez más astronómicos con políticas alternativas en las que el sector público tenga un mayor protagonismo para reinvertir en bienestar social. La abstención en las legislativas del pasado domingo nos alerta sobre un nuevo bonapartismo.

*Magistrado emérito del Supremo