Las medallas de nadadoras y atletas españolas en campeonatos europeos no son una excepción fruto del azar, sino una nueva confirmación de la pujanza de nuestro deporte femenino. Y, sin embargo, el medio en el que deben desenvolverse las mujeres que quieren practicar de forma regular y seria deporte en España es precario, cuando no hostil. La participación de las féminas en el deporte ha crecido de forma exponencial en los últimos lustros, pero la desigualdad de condiciones con sus homólogos masculinos es aún manifiesta en todos los terrenos. Coadyuva a esta situación una legislación retrógrada, que impide que en los deportes donde hay una liga profesional masculina puede haber también una femenina. Y por si fuera poco, el sexismo asoma en decisiones de los estamentos deportivos, como la instrucción que obliga a las chicas que practican balonmano playa a llevar un biquini mínimo y no pantalón. Un rancio machismo que cree que las deportistas deben añadir atractivo erótico al talento. Pese a los crecientes éxitos internacionales de las deportistas españolas, el camino a recorrer para la igualdad real todavía es largo.