Empecemos por dar un dato. Porque los datos tienen buena fama. Quizá por su carácter de hecho, y no de opinión. Seguramente porque tienen ese marchamo de «presunción de seguridad» que tan bien les sienta. Pero es todavía mejor el ropaje que nos otorga a nosotros su uso: científicos escarbando en la realidad (y traduciéndola en un número). Por eso cuando entro en Facebook, con la exposición desenfrenada de todo tipo de datos, me pregunto si es que estoy en Bloomberg, y no distingo.

El dato triunfa. Como uno «basado en una historia real», nos hace adentrarnos en él presos de una verosimilitud, que no tiene por qué ser tal. Lo cierto es que un dato es justamente eso: un dato. Y creer que ese único hilo da para salir del laberinto, te va a dejar dando vueltas un buen rato. La «inteligencia de los datos» pasa por enfrentarlos a otros, cruzarlos, dotarlos de un contexto. Sólo así se podrán inferir conclusiones. Lo otro es mero pasatiempo: reconozcámoslo, usamos el dato que nos conviene para la fuerza de nuestros argumentos. Pero hay pocos datos que, por sí solos, revelen verdades (ocultas o evidentes).

El salario medio en Extremadura se sitúa de 1.333 euros mensuales. Un dato. Comparemos: ¿respecto de toda España? El más bajo ¿Dónde se sitúa la media? Casi un 25% por arriba, superior a los 1.600 euros mensuales.

Vamos por el contexto: Extremadura es la región donde más se ha reducido el salario medio en los últimos 5 años (-3,9%) y que más poder adquisitivo ha perdido en este periodo en el conjunto del país (-5,8%). Ya que el salario medio anual se ha mantenido de forma estable en este lustro, eso quiere decir que cada extremeño, de media, ha vivido una caída acumulada de su poder adquisitivo equivalente a una pérdida de 30 euros al mes en estos años.

Otro dato: en Extremadura la creación de empresas ha descendido en un 17,3% en marzo, respecto de los datos de 2016. Es el octavo año consecutivo de caída en este indicador, que determina la salud de nuestra economía (privada), si bien ahora lo hace en mayor porcentaje que en 2014 y 2015. Tampoco las disoluciones o liquidaciones empresariales se frenan, creciendo al ritmo de 10% anual.

¿Contexto, dicen? A nivel nacional, la ratio de creación de nuevas sociedades mercantiles ha aumentado un 7,3% en marzo respecto al mismo mes de 2016. Además, más del 10% de las empresas han acometido procesos de ampliación de capital. Lógico en una economía que crece al ritmo del 3% anual por segundo año consecutivo.

Seguro que están cansados de datos, pero demos uno más. Mejor dicho, les haré una pregunta: ¿creen que en el período del que hablan los datos anteriores ha subido o bajado la oferta de empleo público en Extremadura? Si han dicho «subido», enhorabuena. Nos le ha tocado nada, más que el orgullo de acertar y la pena de ver que seguimos anclados en las mismas soluciones.

Estos datos (y muchos más que podríamos incorporar) hablan de una economía estancada, poco flexible, incapaz de atraer inversión privada y de potenciar sectores claves, más allá de miradas cortoplacistas. No esperen aquí una catarata de soluciones, que no es el lugar ni el formato, pero sí de dónde viene esta paralización económica.

Dos han sido los lugares comunes que nos ha vendido la política extremeña como explicaciones (en realidad, barreras en primer lugar, excusas al final) a esta realidad: una, la deuda «histórica» con la región y el déficit de infraestructuras sobre el resto del país. Segundo, ante la inactividad del sector privado era el público quien debía tomar la iniciativa. Es decir, la cantinela de nuestros «males endémicos».

No son ciertas y es demostrable. Siempre que ha gobernado un partido u otro ha hablado del empleo público como única solución, pero lo que esconde es la incapacidad de articular una economía atractiva para la inversión. Y la voluntad de mantener capacidad de decisión sobre estructuras y presupuestos. Sobre las infraestructuras, con más de 30 años de autonomía y viendo el dispendio en auditorios, carreteras, urbanizaciones, instalaciones, etc. conviviendo con un hospital parado y una red ferroviaria propio de otros siglos, poco más hay que añadir.

Seguiremos oyendo hablar de males endémicos, claro. Pero no lo son estructuralmente. Lo son por falta de soluciones. Ya lo decía Bell: «Nunca vayas por el camino trazado, porque conduce hacia donde otros han ido ya».