Mariano Rajoy salió ayer "muy contento y muy satisfecho" de la reunión extraordinaria de la ejecutiva del Partido Popular en la que advirtió que "no habrá próxima vez" y calificó de "inaceptable" el guirigay de las últimas semanas. En esos días tormentosos, la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, ha librado un pulso para poner a un hombre suyo en Caja Madrid, y el presidente valenciano, Francisco Camps, ha jugado al gato y al ratón con la dirección del PP a propósito del cese, decidido pero no ejecutado, de Ricardo Costa por el caso Gürtel. El optimismo de Rajoy fue secundado por su secretaria general, María Dolores de Cospedal, que destacó la "tremenda unidad" del partido, y por la portavoz parlamentaria, Soraya Sáenz de Santamaría, que estimó que se ha puesto "punto final" a los conflictos internos.

Pero una cosa son las valoraciones oficiales y otra la realidad. Aguirre sigue dando muestras de que no se da por vencida. Ayer no acudió a la reunión con la excusa pueril de que así los miembros de la ejecutiva podrían debatir con más libertad sobre las declaraciones que el vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, hizo contra ella. Después de la reunión, la presidenta madrileña reprochó a la dirección del partido que a la "víctima" (ella misma) se la equiparara con el "agresor" (Cobo).

Aguirre interpretó así las críticas de Rajoy a quienes hablan de compañeros fuera de los órganos internos (referencia a Cobo) y a quienes presionan a órganos del partido como el Comité de Derechos y Garantías (referencia a Aguirre) o fuerzan a cargos electos a firmar documentos (alusión al manifiesto de alcaldes contra Cobo promovido por Aguirre).

El problema de fondo es que Esperanza Aguirre y quienes la apoyan no han renunciado a descabalgar a Rajoy de la presidencia del PP y de la candidatura para las elecciones del 2012.

La pelea de Caja Madrid no era más que una batalla en esa lucha final. Aguirre ha tenido que ceder porque sus pretensiones --nombrar a su segundo, sin ninguna experiencia bancaria-- eran desmesuradas, pero las hostilidades pueden reanudarse con cualquier motivo.

Ante esa previsión, Rajoy amenazó ayer con eliminar de las listas electorales a los ±deslealesO y a quienes "debilitan" al partido como alternativa al PSOE. Todo el mundo entendió que Aguirre era la principal destinataria del dardo. Pero a Rajoy le cuesta tanto actuar que se deja parte de su autoridad en cada escaramuza.