TLta semana pasada habló alto y claro Francisco Sosa Wagner , europarlamentario de UPyD, sobre la necesidad de que su formación llegue a acuerdos con Ciudadanos, que ahora está en plena expansión por España. Si hace un año me hubiesen preguntado por dos partidos con proyección de futuro y con posibilidades reales de entrar en el juego de toma de decisiones habría dicho, sin dudarlo, UPyD y Ciudadanos, pero sólo si se hubiese producido entre ellos una coalición para aunar esfuerzos, ganas y juventud.

Desde que ambos partidos nacieron, gran parte de la sociedad veía en ellos un único camino en el que tarde o temprano se encontrarían y donde estarían condenados a entenderse. Pero la respuesta de ambas formación siempre ha sido radicalmente opuesta. Si Albert Rivera no se ha cansado de abrir los brazos en cada foro donde se le ha preguntado, Rosa Díez siempre ha optado por dar la espalda, hacerse la sueca y perderse en negativas que nadie ha entendido.

Hoy, con una importante pérdida en la intención del voto según el barómetro del mes de julio, con las garras afiladas de la lideresa Díez sacadas para volver a declinar cualquier coalición --pese al apoyo de Fernando Savater a Sosa Wagner--, y con Podemos mirándolos desde el retrovisor; todo apunta a que al final esto quedará en lo que podría haber sido un matrimonio de dos enamorados a los que se les pasó el arroz mientras lloraban por las esquinas y desfloraban margaritas.

Porque mientras Rosa Díez aceptaría cualquier cosa que beneficiase a su partido, excepto dejar de ser la cabeza visible de la formación, y alejarse de la toma de decisiones más o menos importantes que tuvieran cierto trasfondo político; Albert Rivera haría lo mismo por España, aunque para ello tuviera que sacrificar su propia cabeza. Aquí la diferencia.

Twitter: jmmartinache