Hace muchos años, mi novio me regaló unos pendientes y un colgante. Eran de plata con una piedrecita negra, un adorno sin pretensiones pero que yo enseñé ilusionada a mis amigas del colegio mayor. Al cabo de poquísimos días, las joyitas desaparecieron de mi habitación. No había sido el primer robo ni sería el último. Era un mal del colegio, y, como la dirección se empeñaba en que las habitaciones permanecieran abiertas pese a los hurtos, en nombre de no sé qué mal entendida confianza general nada merecida a tenor de los resultados, (aquellas santas mujeres debían de estimar que esas pequeñas pérdidas entraban entre los males colaterales derivados de un absurdo desprendimiento impuesto, considerado un bien superior), no se ponía el remedio exigido por las numerosas víctimas, que no era otro que salvaguardar nuestra intimidad y nuestra propiedad con una llave.

No hubo llaves, no volví a ver mi regalo, dejé el colegio, de cuya estancia guardo, a pesar de esas pequeñas sombras, un recuerdo luminoso, hubo más regalos y también más robos. Y aunque sé muy bien que las cosas son solo cosas, conservo la convicción de que la propiedad privada es un derecho fundamental, y, aunque Proudhon se revuelva en su tumba, de que no ella, sino desposeer de ella es el robo.

Ayer en Mercadona, alguien me tangó mi sombrero de playa guardado en mi carrito. Tuvo que hurgar bien para encontrarlo y llevárselo o me vio colocarlo y se le antojó. Hay que ser muy marrano para llevarse un gorro ajeno, manchado de sudor, grasa de cremas y ese cerco que, por muy repulida que se sea, tienen todos los sombreros. Reviví la misma rabia de mi juventud. Y la misma sensación de violación de mi intimidad. Un extraño rebuscando en mi carro para quitarme lo que era mío.

En Baleares, el gobierno ha decidido que obligará a grandes propietarios y empresas a ceder sus viviendas vacías. Esas que adquirieron legítimamente para hacer negocios legítimos. Y qué quieren que les diga. He recordado mis pendientes robados y me he felicitado porque solo tengo tres o cuatro sombreros y pocas posesiones.

* Profesora