Escritor

Sería injusticia infinita que esta columna no se hiciera eco de dos libros, uno monumental publicado por la Generalitat de Valencia, dedicado a una vida, y otro publicado por la Diputación de Sevilla, Humanismo y Barbarie , ambos de José Monleón, o mejor dicho uno dedicado a José Monleón, donde un centenar de gentes del teatro tratamos de poner este nombre no sólo envolviendo nuestros corazones, hasta para eso Monleón no ha querido proteger, sino intentar catapultarlo como un satélite prodigioso, para que de una manera eterna no deje de estar con nosotros, porque su desaparición sería la noche más triste de nuestra vida. Ya digo que el libro de la Generalitat, coordinado por Enrique Herreras, es fascinante por todo cuanto ha logrado juntar, decir y unir a tantos como hemos mamado de la sabiduría de Monleón, sin la cual no seríamos nada, dentro de lo poco que somos. Este libro tiene además para mí un valor incalculable porque Monleón ha querido --y qué puedo hacer yo, dioses del destino--, nada menos que poner en el comienzo de ese libro una fotografía inmensa impresionante del último montaje de las hermanas de Búfalo Bill de Paco Abad, y no voy a escribir aquí el inmenso pie de foto, porque no debo ser yo el que lo traslade, pero ese pie da idea de lo que ha sido nuestra trayectoria, y la de todos los que la han recorrido con él. Además ha ocurrido algo, que para mí parece prodigioso: que todos los que tuvimos alguna diferencia, en ese libro somos remeros de ese Volga impasible y serenos que es y ha sido Monleón. Todos los que en él figuramos, tuvimos una época en que parecía que se trataba de competir a ver quién era el primero en escaparse. Eso ya sabemos que no sólo no es posible, sino que no es deseable ni bueno para el grupo. El teatro está donde está, pero es preferible que esté así, que no las conciencias destrozadas en una colaboración contra natura. El hecho teatral de Extremadura es distinto porque aquí no se oculta lo que supuso la Xirgú o Azaña. Aquí aún tenemos un madero donde asirnos.

La noche pasada una grey fervorosa se juntaba alrededor de Rodríguez Ibarra para recordar a la Xirgú. Con Monleón nos pasa lo mismo en ese primer libro.