La sociedad extremeña ha demostrado en la última semana que, mayoritariamente y al margen de ideologías, está en contra de la guerra contra Irak. El primer gesto relevante fue la aprobación en la Asamblea de Extremadura de una proposición en la que se proclama el rechazo a la inminente contienda bélica que prepara George Bush, con la alianza de Blair y Aznar entre otros mandatarios. La calculada ambigüedad de Floriano y el Grupo Popular en el Parlamento regional --se abstuvo ante el no a la guerra que defendieron PSOE e IU-- contrasta con la valentía de Saponi y su equipo de gobierno en Cáceres, quienes apoyaron una declaración institucional de todos los partidos municipales en la que se rechaza el ataque, se pide respeto a las resoluciones de la ONU y se insta al diálogo para lograr una paz global. Para poner la guinda, miles de extremeños se han manifestado en una decena de ciudades y pueblos para defender la paz con mayúsculas, haciendo un alarde de compromiso social. Sólo un matiz preocupante: sorprende ver cómo ese sentir antibélico que se palpa en la sociedad extremeña se ha trasladado por ahora de forma insuficiente a las calles. Dos mil manifestantes en Badajoz, 600 en Mérida o 400 en Cáceres no dan idea de la verdadera dimensión del no . Pero sólo es el principio.