Escritor

Nunca se produciría en Extremadura algo semejante a lo que sucedió en el País Vasco cuando fue nombrado obispo de Bilbao monseñor Ricardo Blázquez. Los católicos y los no tan católicos se alborotaron y pusieron el grito en el cielo porque el nuevo prelado no era vasco. La cosa llegó a tal punto que Arzalluz manifestó su indignación porque fuera elegido para la sede bilbaína, ¿un tal Blázquez?, oriundo de cualquier rincón de Castilla. No, los extremeños no somos así. El actual arzobispo, monseñor Montero, es de origen granadino; el anterior obispo placentino era abulense y monseñor Ciriaco Benavente es extremeño, de Malpartida de Plasencia para más señas. A nadie se le ocurrió jamás poner objeción alguna a la elección o a la gestión de dichos obispos en atención a su origen. Muy al contrario, hoy se considera al arzobispo Montero como un extremeño de pro que ostenta además la Medalla de Extremadura y nadie duda de sus entregados y meritorios esfuerzos a favor de nuestra región. No somos chovinistas hasta el punto de buscarle el origen a quien vive y trabaja en Extremadura, y aquí se propaga con orgullo el antiguo dicho que tan sabia y generosamente proclama que, ¿no se es de donde se nace sino de donde se pace?

Pero, qué quieren que les diga, a mí particularmente me parece muy afortunada la elección por parte del Papa de un obispo extremeño en estos momentos. Considero que eleva la autoestima de la iglesia regional y da valor a los esfuerzos de nuestras diócesis por impulsar y mantener una evangelización viva y renovada.

Cualquiera hubiera sido bien recibido. Pero la alegría es mayor al saberse que el nombrado es don Amadeo Rodríguez Magro. Es ciertamente don Amadeo un hombre conocido dentro y fuera de la iglesia extremeña. Nació en San Jorge, cerca de Olivenza, cursó sus estudios en Badajoz, aunque luego los prosiguió en Roma; fue párroco en Mérida donde es bien querido y ello me consta; ejerció de profesor en la Escuela Universitaria del Profesorado, más tarde Facultad de Educación, de la Universidad de Extremadura en Badajoz; nombrado vicario general en 1986, con la creación de la Provincia Eclesiástica de Mérida-Badajoz fue nombrado por los obispos extremeños secretario permanente de la misma. Este último cargo lo ha ejercido hasta el momento presente, manteniendo una constante relación con los departamentos correspondientes de la administración para gestionar los asuntos de la iglesia referentes al patrimonio, la acción social y otros que acercan a las instituciones eclesiásticas y civiles. Es por ello muy conocido don Amadeo para numerosos altos cargos de la Junta y muy valoradas sus pacientes y cordiales gestiones.

Personalmente, conozco a monseñor Rodríguez Magro desde hace muchos años, fue profesor mío, vicario episcopal y últimamente superior directo en mis tareas diarias en el arzobispado de Mérida. Puedo decir que es un hombre culto, inteligente, avanzado y absolutamente capacitado para ejercer de obispo en Extremadura o en cualquier otro lugar. Su trabajo en el manual de catequesis de adultos que se publicó con el título Venid y lo veréis es hoy indispensable.

La diócesis de Plasencia es en este sentido afortunada, pues recibe a un obispo capaz, discreto, amable y preparado para estos tiempos difíciles. Pero Extremadura también se alegra. Bienvenido a su región, monseñor.