Lo extraordinario del nombramiento de Alberto Oliart como presidente de RTVE no es que le hayan ofrecido el cargo --talante, méritos, experiencia, condiciones y capacidad tiene sobrados para desempeñarlo con éxito-- sino que él lo haya aceptado, lo cual demuestra tres cosas: su vocación de servicio, su juventud intelectual y su gusto por los retos. A estas alturas de su vida es lógico pensar que no podía esperar una oferta como ésta. Cuando terminaba su etapa como ministro de Sanidad en el último gobierno de Adolfo Suárez , dando por concluida su vida política, tampoco esperaba que Leopoldo Calvo Sotelo le ofreciera el Ministerio de Defensa. Hacía horas que se había producido el golpe de estado del 23-F y el cargo que se le brindaba constituía el mayor embolado político de la transición y uno de los más difíciles del siglo. Y aceptó. Y contribuyó magistralmente a resolver el problema, a amansar a los militares y a asentar la democracia.

Presidir RTVE en unos momentos como éstos, con el ajuste de su dimensión a la viabilidad del proyecto, las turbulencias que esto acarrea, el cambio de modelo hacia el patrón británico de televisión de calidad entendida como servicio público, la desaparición de la publicidad y las dificultades de las nuevas vías de financiación aún no exploradas, es, salvando las distancias, otro señor embolado.

Pero estamos ante un político --también muy a lo británico, por formación, estilo, cosmopolitismo y maneras-- con las tres condiciones esenciales del genuino servidor público. Su espíritu de servicio es incuestionable. Nunca necesitó la política para vivir y, en cambio, la política le costó dinero. Mantiene intactos la curiosidad y el deseo de hacer cosas relevantes. Y no se arruga, sino que se crece cuando se le plantea un verdadero reto, mejor dicho, un embolado. El 23-F y RTVE son dos embolados de campeonato, que además tienen ese componente de tensión, de aventura, de construcción de soluciones novedosas que tanto gustan a los hombres con juicio claro, rico acervo intelectual, confianza en sí mismos y voluntad de resolver de manera óptima. Alberto Oliart es uno de estos hombres. Y en su caso, además, la edad es un valor añadido, como lo era en Francisco Ayala . Estoy convencido de que va a hacer una labor espléndida en RTVE.