TMtérida es una orgía total (en el sentido más espectacular del término). Una orgía de teatro, música y danza, de piedras seculares y actrices (Ana, Paca y Paca, trío de reinas-reinonas, de palabra bendita e interpretación genial) una orgía de directores (hoy está Esteve Ferrer en la Trajano, al rato llega Mario Gas al Romano) una orgía de autores que preside Juan Copete, y una orgía de imágenes que todos los visitantes se llevan grabadas para siempre (las orillas del Guadiana a la caída del sol son de lo más).

Para quienes hemos reivindicado la orgía como máximo exponente del desorden creativo, Mérida es el sitio. Pocas ciudades del mundo pueden presentar un verano tan orgiástico, tan mágico e imaginativo, tan de "quítate tú que me pongo yo que lo hago mejor que tú" (Wilson quitó a Alterio, Mozart quitó a Wilson, Darío Fo entró cuando Bob salía, y Mario Gas llega y pone sus peones cuando el maestro Ferrer termina de hacerle jaque a las reinonas). Para quienes sabemos que las reglas de una orgía no dejan nada a la improvisación, el viaje siempre improvisado a Mérida es un oasis en medio de un desierto de chancletas, calimochos y difuntas de papel cuché. Debe ser la sangre romana que circula por esas venas de piedra y cristalería fina que llenan las entrañas de Mérida. Los eméritos disfrutaban de un espectacular desfile en el que no faltaban los enredos carnales. Llenaban el teatro para aplaudir a los actores, actrices y saltimbanquis que desfilaban ante sus ojos con máscaras de metal para que nadie los reconociera. Había apuestas y ganó una: la supervivencia de un festival al que José Luis Gómez ha llamado "hermoso". Y si lo dice el Gómez...

*Dramaturgo y director del Consorcio

´López de Ayala´