Los vientos belicistas que cruzan el Atlántico han puesto la nave aliada en un rumbo de intervención militar en cualquier lugar del mundo, transformando profundamente la naturaleza defensiva de la OTAN. El eufemismo de la "defensa preventiva" para definir la nueva doctrina de la Alianza Atlántica no puede ocultar que se trata de arrogarse el derecho a atacar primero a la menor sospecha de una futura amenaza. Tan ofensiva concepción geoestratégica entraña graves riesgos de desencadenar conflictos globalizados haciendo reales los malos augurios de un choque de civilizaciones .

En cambio, de Praga salen también al menos dos mensajes que infunden un moderado optimismo. Por una parte, Francia y Alemania han logrado contener el belicoso lenguaje de Bush y --al igual que hiciera ya Chirac en el Consejo de Seguridad-- se ha evitado que la cumbre diera carta blanca para un ataque contra Irak. Si ese contrapeso táctico europeo se consolida, podría garantizar un mayor equilibrio en la diplomacia internacional. Al mismo tiempo, que la ampliación de la OTAN hasta pocos kilómetros de San Petersburgo se haya culminado con absoluta normalidad indica que la peligrosa rivalidad con Rusia pasa a la historia.