Las palabras ya no son las embajadoras del alma, ni el vestido de los pensamientos. Están dejando de ser un medio de comunicación para convertirse en un medio de dominación, ´el cuarto poder´, como dicen los traficantes y negociantes de la palabra. Ellos saben muy bien que los ejércitos pueden dominar a unos pocos; pero la palabra puede tomar vida en el interior de las personas y moverse por el corazón en todas las direcciones sojuzgando a muchos. Las ideologías, los nuevos dogmas de las nuevas iglesias ´secularizadas´, la Nueva Era, etcétera, se han mostrado habilísimas valiéndose de la palabra para integrar en sus catecismos las nuevas corrientes, eso sí, en fidelidad y respeto a sus doctrinas. Resulta sorprendente escuchar palabras tan hermosas como ´democracia´, ´pluralismo´, ´autonomía´ y un largo etcétera en boca de los predicadores de partidos estructurados dictatorialmente. Al proceso galopante de contaminación del aire, el agua, la ciudad y el campo, se ha unido el del lenguaje. El hombre se siente afligido por ese poder mágico. Los centros informativos funcionan igual que la banca capitalista, seleccionando el crédito o los préstamos que suministran a los detallistas. La información que llega al pueblo no es más que un producto manipulado y envasado para uso y abuso del incauto consumidor. No olvidemos que las abejas dejan de zumbar al posarse sobre las flores, así son los políticos enmudecen cuando ocupan los puestos.