Periodista

La supervivencia de la revolución cubana es inexplicable frente a las agresiones de nueve presidentes de Estados Unidos que han tratado de acabar con el régimen de Cuba por cualquier medio imaginable: invasiones mercenarias, agresiones terroristas, planes para asesinar a Fidel Castro, chantaje a todos los países del mundo para sofocar económicamente la isla y, naturalmente, desestabilización interna.

Quizá fuera interesante pensar que los intentos de acabar con Castro han sido el oxígeno que le ha dado vida. La revolución cubana se crece, se reafirma y se cierra sobre sí misma con cada vuelta de tuerca que se le da desde fuera de los parámetros de su soberanía. Sólo porque el sentimiento de independencia es básico para los cubanos. Lo nuestro es la esencia de la revolución cubana en una mixtura de marxismo con el pensamiento de José Martí que ha resultado irresistible para muchos cubanos e incomprensible para el resto de la humanidad. Naturalmente, el único capaz de garantizar la soberanía, se llama, precisamente, Fidel Castro. Porque nadie puede pretender, a estas alturas, que la represión y la falta de libertad sería suficiente para mantener el régimen.

La válvula de descompresión ha sido la emigración. Cerca de dos millones de cubanos se han ido en episodios sucesivos. Los primeros pensaron que volverían en pocas semanas, una vez que EEUU hubiera restablecido la normalidad alterada por los guerrilleros. El fracaso de la invasión mercenaria de Playa Girón dio al traste con las esperanzas de devolver a la época Batistiana y los primeros cubano-norteamericanos decidieron arraigarse y nacionalizarse en EEUU, en la mejor tradición anexionista. Durante todos estos años ha continuado un goteo de emigración con un carácter fundamentalmente económico. La emigración ha permitido sobrevivir con cierta comodidad al régimen y ha evitado la constitución de alternativas internas al castrismo, cuya ausencia no se puede explicar solamente por la persecución de la disidencia interna y el control político del régimen. Para muchos disconformes, marcharse ha sido la mejor opción.

La esquizofrenia de la política norteamericana compatibiliza el pánico a una nueva oleada migratoria con la ley de ajuste cubano, que determina que todos los inmigrantes ilegales procedentes de Cuba, si logran tocar suelo norteamericano burlando a los guardafronteras, tendrán derecho de acogida e importantes ayudas económicas. Eso lo saben en el Canal 23 de la televisión de Miami, que retransmite en directo la llegada de balseros en competencia directa con los guardacostas para atraparlos antes de que toquen la playa. Sólo falta que se admitan apuestas.

El reciente fusilamiento de tres secuestradores ha supuesto duras condenas para el régimen cubano en reclamación de los derechos que están homologados en el mundo occidental. Castro debería haber sabido que ese gesto de crueldad le reportaría una condena internacional y nuevas medidas de aislamiento. La respuesta al porqué de esa decisión está en los secuestros de embarcaciones que se han vuelto a producir. Ni siquiera los fusilamientos han constituido una disuasión eficaz, porque con la ley de ajuste cubano seguirán existiendo quienes se arriesguen a cruzar el estrecho de La Florida en una balsa o a secuestrar una embarcación. ¿Qué ocurriría en Marruecos si España acogiese y facilitase vivienda y ayuda a quien lograse poner el pie en las costas de Tarifa?

La esquizofrenia sube de nivel cuando Bush advierte a Cuba de que una oleada migratoria y la proliferación de secuestros de naves constituiría una amenaza para la seguridad de EEUU, por lo que se reserva el derecho a intervenir militarmente. Y, sin embargo, no deroga la ley de ajuste cubano.

Como respuesta a esta nueva situación, los países europeos acercan sus tesis sobre Cuba a la receta norteamericana, pero nadie busca fórmulas que garanticen la esencia de la independencia cubana y los valores de su evolución hasta hacerlos cabalgar a lomos del desarrollo, el progreso, la democracia y la libertad. Quizá haya llegado el momento de pararse a discurrir sobre lo que ocurre en Cuba.