Edison Edson Arantes do Nascimento, más conocido por Pelé, fue nombrado mejor deportista del siglo XX por el COI. Su prestigio de deportista está adobado por una enorme sensibilidad social y su vinculación permanente al mundo del deporte no le impide, sino todo lo contrario, participar en un montón de causas humanitarias.

Ahora Pelé ha dado una voz de alarma que no ha tenido demasiado eco tal vez porque choca con enormes intereses económicos. Pelé se ha pronunciado a favor de poner un límite a los sueldos de los jugadores de fútbol poniendo el dedo en la llaga de una de las pandemias que han traído la actual crisis económica: el descontrol de las economías en donde los principios éticos han sido sustituidos por los procesos contables. De esa manera, si se recupera la inversión, cualquier gasto en fichajes y sueldos millonarios está justificado ante unas aficiones que como en los tiempos de la Roma imperial piden circo.

El Real Madrid se está gastando 300 millones de euros en fichajes, dinero que el Madrid ha pedido prestados en una gran parte a bancos y cajas de ahorro, que se han apresurado a concedérselos en condiciones ventajosas y dándole tiempo para pagar sólo intereses. Esto ocurre cuando la pyme lucha por conseguir financiación contra criterios estrictos y abusivos de por lo menos una parte de la banca.

Muchos jugadores (como Cristiano Ronaldo), que ganan más de 1.000 millones de pesetas al año y son aplaudidos como se hacía con los mejores gladiadores, no ocultan su posición económica sino que hacen ostentación de ella. La cantera, los colores del equipo, el deporte como empresa de superación personal ya no cuenta en un universo de ejecutivos que lo han convertido en un negocio obsceno que complementa el panorama mundial de los grandes ejecutivos de la banca y de las multinacionales. Pero a Pelé no hay mucha gente que quiera escucharle.