Parafraseando una cita de Ángel Olgoso, a veces tengo la sensación de que los políticos no entienden de política más de lo que las aves entienden de ornitología. No hay más que echarle un vistazo a la campaña que están haciendo los candidatos a la secretaría general del PSOE (o de lo que queda él). A Susana Díaz y a Pedro Sánchez no se les ha escuchado ningún argumentario sobre el que debería regirse el nuevo PSOE cuando termine la debacle de las primarias; más bien se han limitado al cruce de acusaciones y a esgrimir la banderola de honestidad y autenticidad de un partido que tiene más de un siglo de historia y que ellos están a punto de tirar por la borda.

Y qué decir de Patxi López, padrino en una boda sin otro cometido que el de almibarar a los novios mal avenidos, Susana y Pedro, aconsejándoles para que no haya divorcio antes del casorio. López únicamente nos pareció un candidato (ni bueno ni malo, pero al menos un candidato) cuando estaba solo ante el peligro, antes de que Susana y Pedro pronunciaran el «sí quiero... pero no contigo». Patxi López se presentaba ante los electores, ante los militantes, ante el país entero como un monje budista enemigo de la violencia y de los malos humores, siempre a punto de entrar en contacto con el cosmos en un viaje sideral. De tan blando cuando juega en casa, entran más ganas de nombrarlo beato que máximo dirigente de un partido.

En fin, nunca habíamos visto tres candidatos tan flojos desde que Carlos el Yoyas, Aída Nízar y Fresita abandonaron Gran Hermano.

En honor a la verdad, los demás partidos tampoco andan sembrados de lumbreras. Ya nos hemos acostumbrado a soportar candidatos escasos de liderazgo y de ideas que sufren la erótica del poder.

Unas veces tengo la sensación de que los políticos no entienden de política más de lo que las aves entienden de ornitología; y otras, como ahora, estoy convencido de ello.