WLwas remotas expectativas de reforma que había levantado en la comunidad internacional la llegada a la presidencia iraní de Mohamed Jatami quedaron ayer formalmente enterradas tras la toma de posesión de su sucesor, el fundamentalista exalcalde de Teherán Mahmud Ahmadineyad . El nuevo presidente, que ganó por sorpresa las elecciones con una imagen de religiosidad radical y estilo de vida austero, alimenta las promesas de igualdad social que no cumplió la revolución islámica de 1979. Al mismo tiempo, decepciona a quienes pudiesen creer que el régimen de los ayatolás podría asumir la inquietud modernizadora de algunos sectores de la sociedad iraní y normalizar las relaciones con Occidente, si no con Estados Unidos, al menos sí con una más conciliadora Unión Europea.

La desafiante postura que, justo en el momento del relevo, ha tomado Irán frente a los intentos negociadores de Francia, Alemania y Gran Bretaña en torno al programa nuclear de un país que no parece tener necesidad económica de la energía nuclear, es toda una declaración de intenciones. Incluso si no pasa de tratarse de un nuevo gambito negociador para obtener incentivos económicos y garantías de seguridad en sus fronteras.