Ortega Muñoz vuelve a casa. Es la noticia pata negra de los últimos años. La cosa viene de los tiempos de Ramón Ropero, vicepresidente de la Junta, y del choque de impertinencias entre la viuda del pintor y el negociador Franco. La colección ha llegado con 12 años de retraso pero ya está aquí y eso es lo que importa. Atrás quedan cuestiones tristes como el cambio de nombre del centro escolar de Santiago de Alcántara; el traslado de los restos de nuestro artista, del cementerio de Badajoz a Madrid; las lindezas de Leito hacia el vicepresidente Armario, como ella llamaba a Ropero ; la desafortunada tozudez y soberbia del negociador y la decisión reciente de los familiares que, superando los deseos de la pequeña señora, aciertan en una negociación que trae a Extremadura la obra de uno de sus destacados hijos del siglo XX.

La colección Alvear. Decidido el lugar que albergará la colección, han comenzado las quinielas sobre quiénes desarrollarán los trabajos previos, para ir dando pasos en la gestión del edificio y su administración posterior. Las características de ese centro de la creación elimina, por sentido común, aspirantes dedicados hasta hace dos días a cuestiones arqueológicas aunque, es verdad, que hay gente que vale para un roto y un descosío. También es cierto que, de vez en cuando, la naturaleza nos regala a ciertas personalidades de gran complejidad y aparente culturón, que resultan ideales para cualquier sillón. (Bien podría la naturaleza ocupar a estos genios y liberar a nuestros políticos de sus dulcificadas y permanentes presiones). La colección necesita personas jóvenes, cualificadas, comprometidas con Cáceres y con el arte actual, para quienes la gestión del centro sea un peldaño más en su vida profesional. Se debe evitar que el sillón de ese centro lo ocupen personas cansadas, aburridas o caprichosas. Extremadura se juega mucho.

*Periodista