Esta semana veía en algunas páginas de redes sociales y foros cierto debate sobre una entrevista a una chica que, aparentemente, ejerce la prostitución de manera voluntaria. La entrevista en cuestión la publicaba este miércoles los compañeros de El Comercio de Asturias que hablaban con Lucía, una estudiante de Derecho y «trabajadora sexual» en sus ratos libres.

Para los que hemos trabajado en prensa regional ésta es una historia ideal: una paisana que se sale de la norma. Sin embargo a la entrevista le faltaba algo fundamental: contexto. Desconozco si la versión en papel del diario aporta más datos, ojalá que sí, porque con el artículo digital se promueve una visión distorsionada del asunto. Lo anecdódito, por muy curioso y publicable que sea, no es la norma. El caso de Lucía es la excepción y la prensa tiene el deber de contextualizar lo que se está contando.

No entraré en el debate de si realmente Lucía se prostituye por gusto o porque la mal llamada «falsa libertad» le empuja a hacerlo, pues los terrenos de la moral son pantanosos. Aunque ella en la entrevista ya da una clave: «la alternativa laboral que existe siempre será precaria y de mierda». Lo que sí es un hecho es que al menos el 70% de las mujeres que ejercen la prostitución en España son víctimas de trata, según datos de la Policía Nacional. El 90% de estas mujeres, además, son extranjeras.

Las denominadas como trabajadoras sexuales son, en su mayoría, forzadas a hacerlo. En la mayor parte de los casos engañadas, estafadas, violadas y vejadas. Las jóvenes españolas y universitarias que lo hacen por decisión propia representarían un ínfimo porcentaje en un mundo en el que, de nuevo, la mujer es víctima.

De hecho, la anterior noticia relacionada con prostitución en el mismo medio, que data del día 15, informa sobre la liberación de tres menores obligadas a drogarse para prostituirse en Lanzarote. «Las chicas eran captadas en centros de menores de la isla y encerradas en apartamentos donde vivían aisladas», reza el subtítulo.

Ese es el ciclo que no para de reproducirse: mujeres vulnerables, sin opciones, captadas por redes mafiosas para ejercer en tugurios de mala muerte sumisas a los deseos más bajos del cliente. Tú, amiga Lucía, no eres, desgraciadamente, el rostro real de la prostitución.