TFtue el único lugar de la Costa del Sol que no sucumbió al turismo de masas y clase media. Quiso ser (como Cannes o Saint Tropez) un lugar de élite, con muchos millonarios, campos de golf y exquisitos lugares cercanos, como Puerto Banús o Puerto de la Duquesa. Lo fue. Luego llegaron los horteras del bando de Gil y la especulación salvaje, y todo se empezó a desmoronarse. Ya que el fenómeno tardó años en consumarse --cerca de 10--, la pregunta es obvia: ¿nadie se dio cuenta de lo que ocurría? ¿Nadie lo pudo parar? ¿Por qué no supieron o no pudieron hacerlo.

Dicen que este año, especialmente, pocos de los antiguos residentes (los lujosos) paran por allí. No quieren ver el desastre de los chorizos y el mercadeo de la prensa rosa. La duquesa de Alba y su hija (la de Montoro) no han ido. El rey de Arabia --que tiene allí un palacio de mármoles e hizo construir una mezquita-- se rumorea que venderá el palacio y dejará el santuario. Tampoco ha ido. Para consuelo de algunos, el duque de Kent (primo de la reina de Inglaterra) ha acudido a jugar a golf, pero poco.

Pasado el ventarrón cutre de la operación Malasia, Marbella será --si no hay otros planes-- uno más de los tantos lugares de la costa mediterránea española, desde Lloret a Algeciras, mal turistizados, devastados por la especulación y convertidos (en verano, sobre todo) en reinos del turismo de bajura. Nos quedamos sin chic, o este se queda en exclusivos hoteles de los que el rico no sale. Debe haber turismo para todos. Con lujo y sin él, pero bien cuidado y construido. Para nuestra costa mediterránea parece tarde ya. Marbella ha hecho ruido porque era como encontrar cucarachas en el cristal de Bohemia. Pero su desastre, con más o menos dramatismo, no es el único. Ni la Costa del Sol ni la Costa Blanca ni la Costa Brava han sabido ser la Costa Azul. ¿Es solo falta de gusto?

*Escritor