Estoy embarazada de mi cuarto hijo. No somos del Opus, ni de etnia gitana, ni de otra cultura. Yo soy española, madre trabajadora y feliz. Si no tuviera ya tres hijos, quizá habría crecido más en mi trabajo, opté por ser madre antes que mujer trabajadora y no me siento frustrada. Veo a mujeres de mi empresa mejorar, ganar más, crecer, pero no son madres. No siento envidia ni pienso nada malo cuando las veo luchar por mejorar, solo pienso en que espero que eso sea lo que quieren de verdad.

La felicidad no es un estado, ni algo tangible o concreto, la felicidad es ser, tener y vivir acorde con lo que uno tiene. Mi marido y yo compartimos la misma idea de felicidad, nos compenetramos, nos entendemos y valoramos igual todo lo que tenemos. Trabajamos y nos ganamos bien la vida, podríamos viajar mucho, tener un coche de alta gama y un dúplex para los dos; podríamos ahorrar para vestir de marca y salir de cena. En definitiva, podríamos aspirar a más en nuestras empresas y, con el tiempo, tener un único hijo al que llevar al mejor colegio. Sin embargo, hemos decidido que lo que nos hace felices es tener tres hijos, en breve cuatro. Nos ilusiona ir a comer de vez en cuando, disfrutamos cuando discutimos sobre qué película iremos a ver al cine y disfrutamos también de los domingos por la tarde, con palomitas, juegos de mesa, sofá y manta.

Señores, la felicidad es eso, que sea director general quién quiera serlo. Sé madre si te gusta tener hijos, vive en una casa si te gustan las casas. En definitiva, ser feliz es ser fiel a uno mismo, entender la vida personal y respetar las decisiones del prójimo. No es malo tener cuatro hijos en los tiempos que corren, ni ser una ejecutiva agresiva sin hijos, lo malo es ser madre queriendo ser ejecutiva y viceversa.

Mireya Vallet **

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