WEwste fin de semana se cumplen las bodas de plata de la declaración de Monfragüe como parque natural. Y ya se ha pensado en cuál puede ser el mejor regalo para el buque insignia del medio ambiente extremeño: ser parque nacional. Para lograrlo, la Junta de Extremadura pedirá al nuevo Gobierno dicha declaración, una vez logrado el reconocimiento regional (parque natural) y el internacional (reserva de la biosfera).

Es de justicia que se le conceda. Hace casi diez años el presidente castellano-manchego jugó bien sus bazas y Cabañeros logró arrebatarle el título a Monfragüe, todo por evitar que se convirtiera en campo de tiro. Pero los conservacionistas saben que quien mejor representa el bosque y matorral mediterráneo es el enclave extremeño, que de conseguir la declaración pasará a engrosar la nómina de los trece parques que tienen en España tal reconocimiento.

El futuro parque nacional lograría una importante inyección económica para mejorar el entorno y cuanto allí se conserva, amén de ser un reclamo aún mayor para atraer turistas hasta la región. La gestión compartida entre Gobierno y Junta garantizaría también su futuro. Con todo, Monfragüe no merece un segundo desprecio.