Filólogo

El alcalde de Cáceres quiere incorporar a la ciudad la figura del sereno. Los comerciantes del centro de la ciudad también lo quieren, porque prefieren prevenir a reparar lunas rotas y tapar butrones. Los ciudadanos no parecen ver con malos ojos la vuelta de la figura del sereno, --en la época de la seguridad--, a pesar de entender que ésta es más bien una cosa pública. Sea como fuere, la silueta histórica velando las calles desiertas alimenta ya el imaginario de los cacereños.

Sin embargo, es bien sabido que no volverá aquel personaje andariego, que calle arriba calle abajo, informaba al personal, de la hora y del tiempo que hacía: "Las tres y sereno", y si no hacía sereno sólo daba la hora y el público, mayormente agrícola y ganadero, entendía que estaba lloviendo y podía seguir tranquilamente en la cama. Los tiempos han despojado de romanticismo a aquella entrañable y sacrificada figura que llenaba la noche: la modernidad le dejó sin gorra de plato, los relojes le hicieron desistir de vocear las horas, la luz eléctrica le obligó a dejar el farol, la porra de goma le hizo abandonar el chuzo y la chupa de cuero o el textil de campaña le arrebató el gabán hasta el suelo, el silbato fue sustituido por el walki talki , y los cierres metálicos y las alarmas se encargaron de rematarle.

El tiempo se lo llevó por delante y a lo que llaman sereno probablemente no venga a ser más que un común y corriente segurata con horario nocturno, pertrechado de esposas, porra, teléfono móvil y algún terminal de emisora conectada a la central del servicio, con el oficio de prevenir la acción de grafiteros, butroneros o manilargos.

Su imagen, sin embargo, nos servirá para cotejar aquella sociedad de corrala y vecindaje que incorporaba al andamiaje emocional cuanto la constituía y ésta que se desvive en estrategias de defensa, sistemas de seguridad, y protección y vigilancia, con escaso sentido social.