Me despertaba una mañana esta semana leyendo la historia de María Luisa, la sentencia que da un poco de humanidad a lo que es un relato del fracaso del Estado del bienestar.

María Luisa tiene 85 años y ha quedado en libertad vigilada por haber matado a su hijo, en noviembre de 2015. La anciana se enfrentaba a una petición de condena de seis años de internamiento en un centro psiquiátrico y a seis años de prisión por un delito de asesinato con alevosía. Gracias al eximente de alteración psiquiátrica finalmente no tiene responsabilidad penal.

Cuando ocurrieron los hechos, él tenía 64 años, una gran minusvalía mental y de movilidad y era sordo, ciego y mudo. Al parecer, ella ya no podía seguir cuidando de él y decidió quitar esa carga al resto de sus hijos con un cóctel de medicamentos para ambos al que ella sobrevivió, probablemente para su desgracia.

Trato de imaginar la vida de María Luisa y su determinación para llegar a esa solución final, tras buena parte de sus 85 años dedicados al abnegado cuidado de su hijo. Su decisión de apartarlos a los dos de este mundo. La soledad y la culpa que va a arrastrar esta pobre mujer tras 64 años exclusivamente dedicada al cuidado de su hijo.

Pienso en ella y en tantas otras mujeres, tantísimas, que cuidan de sus familiares las 24 horas del día los siete días de la semana. Lo hemos visto y lo seguimos viendo a diario en nuestras calles y en nuestros pueblos, esas cuidadoras anónimas que se ven obligadas a renunciar a sus vidas para consagrarse a las de otros, sin ningún tipo de compensación, sin rastro de reconocimiento.

En la mayor parte de los casos mujeres que cuidan a aquellos que no pueden valerse más por sí mismos, que no son rentables para la sociedad. Por algo llegó tan tarde la ley de dependencia y por esa misma razón funciona tan mal. Por esa injusticia es que hay que exigir medios humanos y económicos para que se ponga en práctica de manera efectiva. Para que mujeres como María Luisa no se vean empujadas a situaciones extremas en las que la única solución posible sea un combinado de medicamentos (en su caso con daflon, trazodona deprax, ibuprofeno, tramadol paracetamol, urbason y dexkeptoprofeno enantyum acumulados en 16 envases) con los que quitarse la vida. Para que otras tantas cuidadoras no sigan renunciado a las suyas.