Para qué sirve la lectura? Es una pregunta que muchos --lectores o no-- se hacen con frecuencia. La respuesta no es sencilla en estos tiempos tan pragmáticos, subordinados al éxito social, la fama o el dinero.

Mientras escritores, lectores, profesores o la propia campaña de Fomento a la Lectura tratan de aclarar el tema, hemos conocido la noticia de que una niña de cuatro años, Daliyah Marie Arana, ha leído más de mil libros. La pequeña es un portento, dicen, hasta el punto de que la líder de la Biblioteca de la Nación en Estados Unidos, Carla Hayden, la ha recibido con todos los honores en la Biblioteca del Congreso, la más grande del mundo, para que la pequeña pudiera ser bibliotecaria por un día e incluso asistir a una reunión ejecutiva.

Esta podría ser una gran noticia, un estímulo para quienes aún no son lectores y necesitan un empujoncito, si no fuera porque los datos que nos llegan --al menos a los que yo he tenido acceso en diversos medios-- no explican para qué diablos sirve leer mil libros. Sabemos que la niña lee incluso algunos de los libros de sus hermanos mayores (preadolescentes), pero no sabemos en qué le beneficia. Desconocemos también su nivel de comprensión y cuáles son sus autores preferidos. La niña ha leído más de 1.000 libros, pero seguimos sin saber para qué.

La noticia de que alguien lea en cantidades industriales no debería encauzarse por la senda de los Guiness, sino por la del crecimiento personal. Lo importante no es leer para superar al resto de los mortales, sino para superarnos a nosotros mismos.

Las razones para leer son tantas como lectores existen, cada uno de ellos con sus propias motivaciones y necesidades. Queremos entender -aunque no lo hayan explicado- que Daliyah Marie Arana lee porque encuentra en los libros la felicidad. Esa no es mala excusa para leer mil libros, y, si me apuran, para leer uno solo.

* Escritor