Ya hemos entrado de lleno en el ambiente navideño: la ciudad sembrada de luces, los adornos de calles y casas, el diseño de los escaparates, los anuncios de televisión, la oferta de números de lotería, las bolitas, el espumillón, los nacimientos y, en definitiva, todo aquello que contribuye a crear el clima especial de alegría, fiesta y celebraciones que llamamos Navidad.

Pero sabemos que, detrás de esa imagen formal y aparente de las pascuas, más allá de ese glamour popular, manifestado en una explosión de color, tradiciones, consumos y regalos, se descubre el aspecto entrañable, pacífico y solidario de la Navidad.

Alentadas por esta sensibilidad, se prodigan, más que en cualquier otra época del año, dentro y fuera de los medios de comunicación, las campañas a favor de los más necesitados, de los semejantes que carecen de bienes o de oportunidades, o de ambas cosas, de los que sufren enfermad o padecen cualquier situación de desvalimiento.

En este contexto de fraternidad que inspiran las fiestas navideñas, me ha contrariado y entristecido comprobar que, incluso en las fechas que vivimos, existen ejemplos de falta de consideración hacia determinados ciudadanos, que son discriminados desde el momento en que se les dificulta el acceso a participar en los acontecimientos navideños en condiciones de igualdad con el resto de sus congéneres.

En particular, me refiero a la decisión de la Corporación Municipal de Cáceres de ubicar un Nacimiento o Belén popular en el Foro de los Balbos, junto al edificio del ayuntamiento en la plaza Mayor.

Siendo innegable la significación histórica de este rincón cacereño, y aceptando la buena voluntad de las autoridades municipales en la construcción, adorno y exposición de este portal de Belén, opino que no es el lugar más apropiado para situar en él una de las enseñas de la Navidad por excelencia.

Y ello por la dificultad de acceso que presenta este sitio, rodeado por escalinatas que se erigen en auténticas barreras físicas que impiden que, personas usuarias de sillas de ruedas o con dificultades de movilidad, ancianos, o padres con el cochecito de sus hijos, puedan acercarse ilusionados para disfrutar de la popular representación navideña.

Un ejemplo de cómo la igualdad de oportunidades es un concepto alejado de la realidad cuando quiebra en momentos tan sencillos y cotidianos como la visita a un Nacimiento o a cualquier otro acto representativo de una fiesta tradicional.

Sirvan estas palabras para llamar la atención sobre la necesidad de que todos, desde las autoridades hasta el más humilde ciudadano, adquieran conciencia de que la desigualdad física o psíquica no puede significar desigualdad en el disfrute de bienes, servicios o derechos, y mucho menos en el marco de unas fiestas como las que nos disponemos a celebrar.

A todos, desde la igualdad, Feliz Navidad.

Francisco Rodríguez **

Cáceres