Recientemente hemos conocido que uno de los grupos de música más destacados en el panorama nacional, la Oreja de Van Gogh, va a dar un concierto en Extremadura. Lo más sorprendente de la noticia no es que venga a nuestra región, pues parece que en los últimos años el buen nivel de conciertos y festivales han posibilitado la presencia de importantes artistas en nuestra tierra. Lo insólito es que actúe en un pequeño municipio de poco menos de 200 habitantes, Pescueza, donde desde hace algún tiempo se viene celebrando un pequeño festival de carácter local denominado Festivalino que tomará cuerpo y renombre a raíz de la presencia de los donostiarras y de la repercusión mediática que sin duda tendrá.

Una vez más el coraje de un alcalde --y yo diría de un pueblo cohesionado-- ha dado sus frutos y ha generado un espíritu de optimismo en el mundo rural, esperanzador y alentador para quienes a veces abandonan cruzadas parecidas por el distanciamiento, el aislamiento y a buen seguro por falta de fe. José Vicente Granados , un joven alcalde de un pueblo prototipo de la Extremadura rural que se resiste al conformismo, nos ha dado una excelente lección de perseverancia y de militancia activa en defensa de los espacios y la cultura rural. Quienes hemos tenido la suerte de pasear por este bello rincón de Extremadura y compartir buenos ratos con sus gentes, nos hemos dado cuenta de que lo fundamental en el desarrollo y progreso de nuestros pueblos son las personas, porque está demostrado que aquellos proyectos creados desde la base, con un enfoque de abajo hacia arriba, disponen del mejor de los ingredientes para que finalmente se pongan en marcha y para generar la implicación de un mayor número de instituciones y de personas.

Espero que este hecho estimule a otros pueblos pequeños y les haga abandonar ciertos complejos asociados al pequeño tamaño, a la falta de recursos y a la reducida masa crítica. Nada hay más solidario y más justo que todos dispongan de las mismas oportunidades.