Decía un sabio de esos antiguos, que eran los buenos, que lo mejor que podíamos hacer para disfrutar de algo es intentar no ser demasiado forofos o apasionados o partidarios de ello. Debemos aprender a abstraernos. Debemos aprender a ser espectadores neutrales. A ver si me explico: por ejemplo, para poder disfrutar de verdad de un partido de fútbol entre el Real Madrid y el Barcelona, si me siento demasiado esclavo de uno u otro equipo, no voy a disfrutar de verdad de las buenas jugadas que haga el equipo azulgrana si soy excesivamente partidario del color blanco, ni tampoco disfrutaré del buen juego del equipo blanco si me inclino demasiado por el color azul y rojo. Y no es nada fácil aprender a abstraerse, pero es conveniente intentar hacerlo.

Y yo, en lo que a la política se refiere, intento hacer lo mismo. Y así, sin decantarme por ningún partido político, observo con atención que, cuando acudo a algún acto en el que habla algún político, lleno mi mente de tibieza emocional, y me llama la atención que, si el que habla es del PSOE o PODEMOS, o de algún allegado, siempre saludan, al inicio del acto, con un «buenos días», «buenas tardes» o «buenas noches» a «TODOS Y TODAS».

Sin embargo, si el que habla es del PP o de Ciudadanos o sus allegados, con un «TODOS», después de los «buenos días, tardes o noches», dejan arreglado el saludo. Y yo, que sigo abstraído en mi tibieza emocional, pienso que los del PP y Ciudadanos están saludando con un «TODOS» a toda la gente que nos encontramos en la sala, tanto femeninos como masculinos, y los del PSOE y Podemos igual, pero éstos últimos, al utilizar siempre el «TODOS Y TODAS», definen género y siempre dicen primero «TODOS» y luego «TODAS». Creo que deberían decir alguna vez «TODAS» antes que «TODOS», o alternar por lo menos, porque siempre se refieren a los dos géneros, pero eligiendo siempre al masculino en primer lugar. No tengo dudas de que la intención es buenísima, pero creo que los resultados no se ajustan a los objetivos que se pretenden.

Algo parecido ocurre con los que tuvieron la feliz idea de poner en los semáforos una falda para las señoras y un sombrero y pantalón para los señores. Lo peor que pueden haber hecho para hacernos ver que la señal luminosa no debe ser un monigote que represente sólo a una persona masculina, es colocarle una falda para indicarnos lo femenino, como si la feminidad radicara en una falda o la igualdad se midiera en moda y complementos.

Nosotros, en las aulas, entendemos la igualdad de otra forma. Impartimos charlas a nuestros jóvenes por personas especializadas para explicar dónde radica la verdadera igualdad. Realzamos la labor de mujeres y hombres y hombres y mujeres por igual, en una sociedad donde los valores fundamentales deben ser la inteligencia, la solidaridad, el trabajo en equipo, el respeto y la tolerancia a la diversidad en todas sus formas, y así se lo hacemos ver a las familias para que todas las labores que se realicen en casa sean repartidas por igual y sean realizadas por todos los miembros sin asignar tareas específicas por sexo. Todos los miembros que formamos parte del Consejo Escolar de la Comunidad Educativa nos afanamos cada día en luchar, de verdad, por la igualdad entre sexos, y nuestras actuaciones a lo largo de cada curso van encaminadas siempre en ese sentido.

Nos encontramos muy lejos de la idea de las señales luminosas de los semáforos y de las coletillas políticas que dejan caer algunos de nuestros representantes de la vida pública para defender la igualdad entre sexos. Mal andamos si la igualdad la basamos en eso, en si debo decir emigrante o emigranta, miembro o miembra, periodista o periodisto, cantante o cantanta, todos o todas…

Por eso, aún abstraído por esa tibieza emocional al observar algo, como nos enseñaban y aconsejaban los filósofos antiguos, debo confesar que, cuando escucho que las primeras palabras de un representante político en un acto son «TODOS y TODAS», se me escapa, entre pensamiento y balbuceo, un casi imperceptible, inofensivo y respetuoso «¡¡cuánta ‘joía’ tontuna!!».