EN ESTOS TIEMPOS

La publicidad

Miguel Angel Mallo

Cáceres

La verdad es que cada tiempo, en una u otra medida, tiene sus propias cruces. Este que corre, entre otras muchas, tiene la cruz de la publicidad. Omnipresente, y yo diría que omnipotente, como un Gran Hermano, está ahí y se nos mete como si nos entrara como el aire que respiramos. En la mayoría de los casos de un modo subliminal, pero en otros a dolor quieras o no. Basta entrar en un ordenador para que te caigan por todas partes anuncios como chuzos, anuncios que en muchos casos se propagan como virus, tratas de cerrarlos y se te devuelven multiplicados. No te queda más que esperar hasta que el anuncio considera que te ha hipnotizado o te ha dejado huella de una manera u otra. Además, son anuncios listos como el hambre, anuncios que se te agarran a la debilidad porque te conocen hasta el alma. Si te tira esto, de esto se te presentan por doquier; si te tira aquello, pues de aquello, que bien saben por donde te tienen que dar. A este paso, terminaremos siendo anuncios cada uno de nosotros, si de alguna forma no lo somos ya. Seres anuncios, portadores de algo vendible o promocionable. En fin, no daré pistas a ver si me va a oír la publicidad.

LA MATIZACION

Ni puñetazos, ni injurias

Julián Gómez Vidal

Madrid

Como era de esperar, el Papa ha matizado su afirmación de que sería normal que él pegara un puñetazo a quien injuriara a su madre. Ahora ha insistido que su agresión física iría contra el claro rechazo a la violencia del Evangelio. Claro que Jesús rechazó también la violencia moral, la injuria; pero en modo alguno la crítica a las ideas, que El practicó tanto contra el sistema entonces imperante, de fariseos, escribas y sacerdotes del templo, que, muy irritados, le mataron.

Convendría que el Papa matizara también este punto: que una cosa es insultar a su madre, y otra muy distinta a su ideología, aunque siempre habrá quienes se sientan más o menos injuriados por una crítica. Por supuesto, hay que hablar con prudencia, como sí recuerda Francisco. Porque hay críticas tan desacertadas, tan de mala baba que de lo que convencen al que tiene esas ideas es que sus adversarios son tontos o malvados. Y con demasiada frecuencia algunos de los redactores de Charlie Hebdo han traspasado esa línea roja, aunque ello no justifique en modo alguno su asesinato. Y más, si cabe (que no) habiendo tantos medios para responderles, como hoy en Francia. Por todo ello, aunque defendiendo a muerte, como Voltaire, su derecho a decirlo, rechazo también --y con más fuerza porque comparto muchas de las razones que les movían a hacerlo-- el modo en que algunos miembros de ese semanario hacían su crítica, como inadecuada y contraproducente. También de la libertad se puede abusar y se abusa, y la verdad no habita en una sola casa. Y algo de razón tendrán quizá, aunque sean de otra ideología y raza que la nuestra, el casi millón de musulmanes que se han manifestado en Chechenia contra el apoyo sin restricciones que parecen percibir da Occidente al perfil de esa revista, más allá, o con excusa, de rechazar esos asesinatos terroristas.