DISCAPACIDAD

Huir de estigmas

Miriam Casamayor

Tenemos que buscar la manera de alejarnos de los monstruos depredadores que etiquetan y estigmatizan los cuerpos y buscar alternativas de tratamiento que se escapen de la cuestión de corregir, tratar diferente, sacar rentabilidad al sufrimiento... Hay un modelo que gira en torno a una cuestión: las personas no tenemos deficiencias, sino diversidades.

Y esta diversidad debería estar lejos de crear identidades deterioradas por estigmas, marginación social e infravaloración. Se necesitan líneas de acción que sean colectivas y que tomen conciencia de la necesidad de denunciar el tratamiento actual de las diversidades funcionales físicas y psíquicas y reivindicar un cambio cualitativo que contribuya a una vida en igualdad de condiciones.

Es necesario que se tenga una ética que esté basada en procesos educativos centrados en la comprensión, el acompañamiento y una renuncia a teorías higienistas, biomédicas, positivistas...

DESEMPLEO

Tengo miedo

Marta Tortosa

Hablo por los que como yo hemos pasado la cincuentena, lo que tenemos más de medio siglo de vida. Mi voz representa a muchos ciudadanos que se encuentran relegados al olvido por una sociedad que está infectada por un virus llamado crisis económica.

Dicen algunos expertos que ya han encontrado la vacuna y que vamos saliendo de la cuarentena de esta larga crisis. Pero yo ya estoy cansada de palabras que están vacías y de las falsas promesas que escucho.

Estoy a solo cuatro meses de dejar de cobrar la prestación por desempleo (y ya las he agotado todas). Y el vértigo que siento cada día al levantarme solo lo conoce quien está en una situación similar. No quiero seguir siendo un número más de la larga fila de parados; no quiero recibir limosna ni palmaditas en la espalda. Estoy cansada de enviar currículos y que me digan "ya te avisaremos", cuando sé que por mi edad lo más probable es que no vuelva a trabajar. No quiero vaciar las arcas de la Seguridad Social recibiendo más ayudas ni prestaciones. Lo que quiero es lo que queremos los que tenemos más de 50: no ser invisible. Tengo facultades para seguir trabajando. Tengo la experiencia y el temple que dan los años. Y sobre todo tengo miedo de que se me acabe la prestación y no haya encontrado un empleo. Porque entonces me veré obligada a abandonar mi casa, porque no podré pagar el alquiler. Pero claro, qué más da, solo soy un número en la larga lista de desesperados.