TVtiendo los programas veraniegos de televisión está suficientemente claro que la obligación de todo ciudadano durante este tiempo tórrido es convertirse en imbécil. Los que ya lo son no tienen problema, pero a los demás nos cuesta un trabajo arduo aceptar que el ser humano pueda llegar al extremo de la abolición total de la inteligencia. Y lo peor es que cada año que pasa el empeño de los dirigentes televisivos por lograr la imbecilización masiva de la audiencia es mayor. Sí, uno se sienta frente al aparato sin tomar las debidas precauciones, lo más probable es que se sorprenda a sí mismo al cabo de unos minutos con un hilillo de baba cayéndole por el mentón.

La población se está acostumbrando peligrosamente a que le llamen a que le llamen idiota y va a llegar el día en que no podrá vivir si no se lo llaman. Les están convenciendo de que la única manera de conmemorar el estío consiste en dejarse hechizar por el infinito talento para la majadería que despliega Javier Vázquez en Aquí hay tomate o los Matamoros, Antonio David, Aida, Kilo, Belén Esteban ... personajillos de extraña ralea que han puesto de moda el término basura y además se muestran orgullosos de ello. Mientras me paguen, y encantada, vendo y cuento lo que sea, de algo hay que vivir no? Y se quedan tan tranquilos. Y por supuesto, les pagan estupendamente, que vivan estupendamente, eso es otro cantar. Luego están los programadores que son la madre del cordero, gente que no tiene escrúpulos en reemplazar la creatividad por la propaganda y que fomentan los culebrones o cualquier otra actividad perversa o estúpida por el mero hecho de que tiene éxito. Y lo cierto es que no recuerdo ningún código que haya implantado la obligación de ser tonto de remate cuando sube la temperatura.

Además está el peligro adicional de que llegue el otoño y la imbecilidad adquirida en el verano sea ya irreversible. Sólo imaginármelo hace que un escalofrío recorra mi espalda. Entonces los programadores vuelven a hacer acto de presencia con sus brillantes ideas y nos sorprenden de nuevo con la novedad de las rebajas a golpe de videoteca, recurriendo a un variopinto contenedor de especiales que rebuscarán entre las imágenes más horteras para deleite del personal domesticado. Una legión de bobos deambulando por ahí, creyendo que los programas TNT o Dolce Vita son geniales y que la fantástica Anita Obregón es un modelo para empresarios postmodernos. Esta legión puede ser más devastadora que un ejército invasor al mando del comandante en jefe George Bush al que, por cierto, le encantarían estos programas estupefacientes, capaces de derrotar al enemigo con mucha mayor eficacia que las bombas. Sobre todo si las bombas son inteligentes.

*Cantautor