Conviene recordar, al calor del Día Internacional contra la Violencia machista que se ha celebrado ayer en todo el mundo y que en Extremadura ha sido escenario de numerosos actos políticos y ciudadanos, que esta agresión nace de la desigualdad y de la relación de poder de los hombres sobre las mujeres; es un capítulo más de la larga lucha por la igualdad entre las personas, que en otros momentos de la historia se ha expresado en los conflictos sobre la raza, la religión, los estamentos, las clases sociales, la situación económica de la cual se derivan privilegios, y que ahora se libra entre un sexo que se considera más fuerte --generalmente el hombre-- que el otro. Un conflicto sobre la igualdad que, como también todos en la historia, se traducen en falta de libertad y en un inmenso sufrimiento a las víctimas del mismo.

A pesar de que se trata de un violencia estructural expandida por todo el mundo, no es irremediable, no es una plaga bíblica de la que la sociedad desarrollada no se pueda librar; precisamente el grado de desarrollo bien podría medirse por el de su erradicación. La legislación específica que se ha elaborado en los últimos años en España (ley integral contra la violencia de género) pone el marco jurídico para actuar contra este lastre para la democracia. Pero a la vista está de que no está siendo suficiente: este año en Extremadura han crecido las denuncias un 12% y el número de víctimas mortales en nuestro país se acerca a los 70. Hay en esta fecha tantas mujeres muertas por violencia machista como en todo el año pasado. Por esta razón, porque la legislación no basta, es preciso repartir responsabilidades. La sanidad, la educación, los tribunales de justicia y las fuerzas de seguridad han de asumir su cuota de responsabilidad en la prevención y lucha contra esta plaga.

La ciudadanía -cuya implicación decidida y unánime sigue siendo otra asignatura pendiente-- tampoco puede seguir mirando desde la barrera y debe dar un paso adelante hacia el objetivo de no tolerar a los violentos. Y ya que, según datos del Eurobarómetro, el 73% de las personas se informan de la violencia machista a través de la televisión, los medios de comunicación constituyen la pieza clave para proyectar una imagen de esta agresión, que no victimice y no culpe a la mujer, no justifique al agresor y no transforme los hechos luctuosos en espectáculos a merced de las personas no expertas. Precisamente estos objetivos son los que dan contenido al acuerdo firmado en la Asamblea por el Instituto de la Mujer de Extremadura, las asociaciones de la Prensa y la práctica totalidad de los medios de comunicación regionales. Por último, la amplificación de los minoritarios casos de falsas denuncias o de la ruptura de las órdenes de alejamiento por parte de las mujeres no ayuda al trabajo requerido, que no es otro que contribuir a que las mujeres se libren de la violencia sin juzgarlas y no tolerar este abuso. Y ambicionar un mundo de iguales.