En agosto de 1990, el diplomático español Francisco Javier Molins desapareció en una Liberia asolada por la guerra civil. Las autoridades españolas habían desalojado la embajada en la capital, Monrovia, pero él prefirió quedarse con refugiados de tribus afines al ejecutado presidente Samuel Doe que habían buscado amparo allí. Tras el asalto llevado a cabo por la guerrilla de Charles Taylor, líder del Frente Patriótico de Liberia, nunca volvió a saberse nada de él.

Antonio López Peláez leyó entonces la noticia en los periódicos y ocho años después viajó a Costa de Marfil, fronteriza con Liberia, para conocer sobre el terreno aquella zona del oeste africano y a sus habitantes. Decidió hacer caso de las recomendaciones del Gobierno español de que no viajara a Liberia porque era un país inseguro. En sus tres meses de estancia, logró atravesar la frontera clandestinamente desde Costa de Marfil. Se documentó, habló con refugiados liberianos y regresó a España dispuesto a escribir una novela inspirada en aquellos hechos, Nada bajo el sol , que Mondadori acaba de publicar. "Lo que me encontré en el viaje que hice es lo que he tratado de reflejar en la novela", explica López Peláez.

El escritor castellano-leonés (León, 1967) vive en Mérida desde los años 90 e imparte clases de inglés en la escuela de idiomas. Este es su segundo libro después de los relatos de No te duermas, mi amor, mira la calle .

En Nada bajo el sol , los hechos en los que se basa se relacionan lejanamente con la realidad de lo que ocurrió. No ha querido hacer una crónica, de manera que los personajes son inventados. Ningún nombre es real.

La novela sigue a un enviado del Gobierno español encargado de encontrar a un diplomático desaparecido. Por un país desolado, caótico, en guerra, el personaje se desplaza sin una brújula que lo guíe al lugar exacto donde se encuentra el diplomático.

Protegido paradójicamente por su condición de blanco, "porque el color le da un estatus especial, quizá por reminiscencias del pasado colonial", el protagonista sorteará a los guerrilleros, negociará con ellos, que le franquearán el paso de una zona a otra del territorio siguiendo pistas que se revelan falsas.

En medio de este caos, los valores casi han desaparecido. "Es la pura supervivencia la que mueve a los personajes".

Liberia fue el único país de Africa que no vivió un proceso de descolonización. Fue fundado por esclavos libres de Estados Unidos, que en 1847 declararon la República de Liberia. "Ese experimento de ingeniería social acabó mal", afirma el novelista.

"El problema de Africa es que es una sociedad tribal y funciona en claves tribales. Y esa sociedad está en guerra perpetua, en un estado de todos contra todos. En Occidente, la creación de nuestros estados se ha hecho como un artificio. Cuando vas a un lugar menos artificial, la violencia asoma continuamente, es atroz, continua y tribal".

¿Qué solución atisba en el futuro? "Posiblemente la haya a muy largo plazo; pero es compleja y tiene que partir de los propios africanos. No creo que se trate tanto de una responsabilidad occidental como de ellos, aunque Occidente puede ayudar".