TMti mujer es mu limpia y eso provoca en casa pequeñas trifulcas filosóficas sobre si hemos venido a esta vida a disfrutar de ella o a disfrutar de la limpieza. Se trata de una discusión ya clásica que solemos plantear los hombres que a veces cocinamos y a veces hacemos la compra, pero nunca limpiamos. En fin, la vieja argucia dialéctica de ataca antes de que te ataquen. En casa, los jueves tocan zafarrancho y hay que espabilar. Ese día viene una señora para reforzar las huestes abrillantadoras y me dan un ultimátum: o me voy al cine o me voy con mi amigo Pepe Fragoso a recorrer la sierra de la Mosca o, simplemente, me voy. Yo no protesto, más que nada porque la señora de refuerzo trae unos riquísimos huevos de corral, obedezco y me esfumo.

El otro día reparé en los boticuelos de la limpieza. No estaban ni Míster Próper , que ahora parece ser que se llama Don Limpio , ni Norit , ni Mimosín , ni tan siquiera la famosa lejía Conejo . En cambio, me llamaron la atención diversos productos desconocidos de nombres muy ocurrentes. Estaban Dr. Bakman, El Mago Quitamanchas , la gamuza Atrapapolvo , el limpiador Jabonoso , el suavizante Delicado , un limpiahogar con nombre de milagro evangélico: La Botella de Lázaro y, sobre todo, el amoniaco perfumado Kiriko , un desinfectante que elaboran en el pueblo manchego de Pedro Muñoz. Las mujeres me acomplejan: trabajan por la mañana, limpian por la tarde y, además, no les da ninguna vergüenza ir a la droguería y pedir una caja de preservativos y un bote de amoniaco Kiriko .