TBterlusconi tiene la virtud de hacer que dé vueltas a la cabeza. Soy crítica con los partidos políticos cuando veo que tan solo son objetivos electorales lo que les mueve. En este sentido, en muchas ocasiones me irritan. Todo por unos millones de votos en la siguiente cita electoral. Me crispan posicionamientos tan mezquinos por parte de quienes detentan el poder o aspiran a detentarlo y, precisamente, en esa palabra está el quid de la cuestión: poder. Ese es el problema. Lo deseable sería sustituir el concepto poder por el de gobierno. El poder es para quienes lo consiguen, que encapsulados, de él se alimentan, pero el gobierno es otra cosa. El gobierno no tiene capullo que lo encierre para ser devorado por quienes están en el círculo del privilegio; es por el contrario una acción abierta a los otros; una acción no para la mayor gloria del partido y de sus adláteres, sino del pueblo, que para eso les paga, y, aunque no les pagaran, para eso se han prestado a gestionar sus asuntos públicos.

Don Silvio me lleva estos días a darle vueltas a éste y a otro importante asunto: a pesar de todas las carencias que en sus posicionamientos puedan tener, es absolutamente necesario que los partidos se presenten fuertes para que los ciudadanos cuenten con claras alternativas a la hora de depositar su voto, de lo contrario acaban alzándose con el poder, que no con el gobierno, los berlusconis de turno.

Este verano charlaba con unos italianos. Les preocupaba el desastre del panorama político que mantenía a este empresario en el Palacio del Quirinal jugando a ser presidente.

¿Por qué lo votan? Oposición inexistente y control mediático. Estaban descorazonados. Lo comprendo. Desprecio al Constitucional, desprecio a la prensa, desprecio a las mujeres, desprecio a los ciudadanos. El es Il Cavalieri . Hasta que los italianos, a través de unos partidos fuertes, lo dejen.