TUtn japonés me descubrió Extremadura en las Navidades de 1976. Yo tenía entonces 19 años y estudiaba en Salamanca. A mi colegio mayor acababa de llegar un diplomático nipón para perfeccionar su español antes de irse a una embajada sudamericana. Se llamaba Susumu Fukuda e hicimos gran amistad. En Navidad me lo traje a Cáceres. Susumu tenía un Lancia deportivo muy llamativo y causaba sensación. Recuerdo que nos acercamos a Arroyo de la Luz para ver el retablo de Luis de Morales y en un instante nos vimos rodeados por un centenar de niños que corrían detrás del coche gritando: "Es un chino, es un chino".

Entonces no estaban de moda los restaurantes orientales ni había inmigrantes y las diferencias raciales provocaban mucha sorpresa. En Guadalupe le propusieron tomar paella y se lo razonaron: "A usted, que es chino, le encantará nuestro arroz". Con Susumu Fukuda visité Badajoz por primera vez porque hace 30 años, la mayoría de los cacereños conocíamos Badajoz únicamente por los libros de geografía. También allí nos señalaban por la calle y decían: "Mira, mira, un chino". El se enfadaba mucho porque se sentía muy japonés, hasta tal punto que unas semanas después le gasté una broma con lo de los chinos y se revolvió, me marcó una docena de golpes de kárate que me aterrorizaron y me distancié de él. Lo último que supe de Susumu es que estaba en Bogotá. Pero entonces yo ya iba a Badajoz cada 15 días, paseaba con mi novia (hoy mi mujer) y nadie nos señalaba por la calle.