Cuando la cadena estadounidense ABC decidió promocionar la semana pasada un reportaje --que emitió el viernes-- del informativo 20/20 sobre adopción como "el reality show definitivo", provocó indignación, pero no incredulidad. A nadie en EEUU le sorprende que el género de la telerrealidad, cada vez más rentable, baje aún más sus límites. Y lo puede hacer porque está en auge.

Más baratos de producir y más rápidos de desarrollar, los reality show han encontrado algo más que un hueco. Y un estudio presentado hace un mes en el mercado televisivo de Cannes demuestra que quienes temían que el formato estaba agotándose se equivocan. Según el estudio de Eurodata TV Worldwide, la ficción sigue siendo el género favorito de los espectadores (ocupa el 41% de las listas de los 10 espacios más vistos en 72 países).

Pero ese porcentaje es un 4% menor que hace un año. La reality tv, según esa misma encuesta, ha aumentado su presencia en un 4,5%, y ya ocupa un 34% entre los espacios más vistos. "La telerrealidad sigue siendo un gran negocio", confirmaba en Cannes Leslie Jones, vicepresidenta de ventas internacionales de la cadena estadounidense NBC, que este año ha encontrado su rey midas en Donald Trump y su The Apprentice.

El show, donde los concursantes compiten por un puesto de trabajo en la corporación del magnate, confirmó su éxito al saberse que su segunda entrega será la próxima temporada el programa que sustituya a la serie Friends, que acaba definitivamente el jueves.

Jones reconocía también que "los compradores están buscando un ángulo único". Eso explica que el proceso de selección de concursantes se haya convertido en casi una ciencia: en EEUU ahora incluye el uso de psicólogos y el contrato de firmas especializadas en la investigación del pasado personal para evitar escándalos indeseados.

IMAGINACION EN MARCHA

Eso también hace temer que se pongan de nuevo en marcha la imaginación de quienes tuvieron ideas como poner a la gente a comer insectos (Factor miedo ), convertir la búsqueda de parejas que no son lo que parecen en un acontecimiento (The bachelor, The Bachelorette, Average Joe ...) o reunir a un grupo de personas dispuestas a someterse ante las cámaras a cirugía plástica (Extreme makeover , El cisne , Quiero la cara de un famoso ...).

Si hay un barómetro para comprobar que el género vive un cuento de hadas, aparte de la inevitable presencia de estos programas tanto en abierto como en cable, es el pujante precio de los espots durante sus emisiones. Una edición con los mejores concursantes de la versión estadounidense de Supervivientes vendía 30 segundos de publicidad por 375.000 euros (más de 62 millones de pesetas).

Por ese mismo tiempo, según datos de Nielsen, se pagaban 372.000 dólares (casi 62 millones de pesetas) en los intermedios de la telecomedia Friends, y 310.000 euros (51,5 millones de pesetas) en CSI.

"La telerrealidad es un género que está aquí para quedarse, y eso lo prueba el hecho de que se está segmentando. Ya no hay sólo realidad, ahora hay competición, estilo de vida, citas...", analizaba en Variety Katherine Thomas, una compradora de programas para la empresa de Chicago Starcom. Esa segmentación, además, abre el abanico de espectadores y, en consecuencia, el de anunciantes.

Para hacerse una pequeña idea de lo que se avecina basta mirar a alguno de los proyectos que se presentaron en Cannes. Entre ellos figura uno de Endemol --productora de Telefónica, por cierto--,titulado Algo pasa con Miriam.

En el show, los concursantes masculinos competirán por lograr ganarse los favores de una espectacular modelo latina, de la que desconocen el detalle de que antes era un hombre. Quizá no se compita aún por adoptar un niño. Pero la degradación ya está instalada.