El coste sangriento de la guerra de Irak cala cada vez más profundamente en Estados Unidos, donde, además, acaban de contemplarse, con repulsa y espanto las fotografías de las torturas y abusos cometidos contra prisioneros iraquís por soldados estadounidenses en la siniestra prisión de Abú Ghrib, tristemente célebre desde los tiempos de Sadam Husein. La mujer de EEUU con mayor rango en Irak, la general Janis Karpinski, responsable de la prisión, fue relevada de sus funciones a finales de enero después de que seis militares fueron acusados de maltratar a detenidos en esta cárcel por los abusos, echando más leña a la creciente hoguera de críticas contra el presidente norteamericano por la guerra.

A pesar de que los medios de comunicación estadounidenses censuran los estragos de la guerra para minimizar su impacto, la escalada de violencia en Irak lamina el cerrado apoyo a la invasión que Bush cosechó inicialmente en el país. Ahora, sólo el 32% de los estadounidenses piensa que había que emprender una acción militar inmediata contra Sadam y el 47% opina que la guerra fue lo apropiado, según un sondeo de The New York Times y de la cadena de televisión CBS

MAS MUERTOS ayer, en una de las jornadas más negras para los ocupantes, 11 soldados norteamericanos murieron en Irak, ocho de ellos al estallar un coche bomba en la ciudad de Mahmudiya, al sur de Bagdad. El coche bomba hizo explosión a media mañana, al paso de un convoy militar estadounidense. Los ocho soldados muertos pertenecían a la División Acorazada, al igual que otros cuatro militares que resultaron heridos en el mismo ataque. Horas antes, otro soldado estadounidense murió al ser atacado con un lanzagranadas mientras patrullaba por un barrio del este de Bagdad.