Irak vivía ayer dos realidades, distintas y paralelas. Por un lado, la del régimen --con el presidente Sadam Husein y su hijo Udai a la cabeza--, que rechazó el ultimátum de EEUU echando mano de una retórica belicista y victoriosa. Y, por el otro, la del resto del país, con una población temerosa de que la guerra comenzara ayer mismo y que empezó a desertar de las calles y de sus puestos de trabajo para ir a refugiarse en sus hogares.

En su primera reacción desde que EEUU lanzara el ultimátum de 48 horas, Sadam prometió vencer a las tropas estadounidenses "en la última batalla de Irak". El líder iraquí hizo estas declaraciones durante una reunión con el Consejo de Mando de la Revolución y la dirección del Baaz, el partido único de Irak, que rechazaron el ultimátum.

En un comunicado, Udai aseguró que, en lugar de su padre, el que debe dimitir y exiliarse es el presidente de Estados Unidos, George Bush. Según el hijo de Sadam, el ultimátum muestra que Bush "es un loco, y que es más conveniente que él y su familia abandonen el poder".

Los iraquís permanecían ajenos a estas bravatas del régimen, más preocupados por salvarse. Bagdad cambió de un día para otro. El lunes todo eran atascos, urgencias, nervios. Había que comprar todo lo necesario para enfrentarse a la guerra. Ayer, las calles estaban vacías.

Conforme se acerca el ataque, las lenguas de los iraquís van soltándose. "Aquí ningún soldado va a luchar, el Ejército iraquí no va a plantar cara porque los soldados saben que no hay nada que hacer", explicaba un militar iraquí de alto rango, retirado, que exige anonimato. "Me lo han dicho mandos importantes del Ejército, antiguos compañeros". En su opinión, "el presidente Sadam Husein sabe que sólo van a defenderle los 10.000 soldados de la Guardia Especial Republicana", afirma.