Si alguien albergaba alguna duda acerca de la voluntad de acero de Juan Pablo II de mantenerse al frente de la Iglesia católica mientras le quede un hálito de vida, ayer se la despejó. La ceremonia de conmemoración de sus bodas de plata como monarca del Vaticano sirvió para remachar esa idea. "A sabiendas de mi fragilidad humana, Dios me invita a asumir la responsabilidad que me ha confiado", aseguró, con voz clara, al comienzo de la homilía de la misa que concelebró, arropado por cerca de 150 de los 165 cardenales existentes, ante unos 50.000 feligreses en la plaza de San Pedro.

Por si no bastara, al final de su discurso el Pontífice, al recordar sus 25 años de reinado, dio las gracias a sus seguidores por "los sacrificios, rezos y sufrimientos" ofrecidos para mantenerle al volante de la Iglesia. "Que el buen Dios os recompense con creces", pidió. Y a continuación rogó que sigan prestándole apoyo: "Os lo vuelvo a pedir: ayudad al Papa, aquellos que quieran servir a Cristo, a servir al hombre y a la humanidad entera".

LA FATIGA

Esos párrafos no llegaron a ser leídos por Wojtyla, sino por el arzobispo argentino Leonardo Sandri, destinado en la Secretaría de Estado, que fue el encargado de poner voz a dos tercios de la homilía para evitar que el Papa se fatigase. No obstante, el obispo de Roma intervino en otras ocasiones a lo largo de la ceremonia y, a pesar de su rigidez, el evidente cansancio y el sobreesfuerzo que a veces se le veía realizar para permanecer en ella, no desfalleció en ningún momento.

A pocos metros, en la primera fila de autoridades, los presidentes de Italia y Polonia, Carlo Azeglio Ciampi y Aleksander Kwasniewski, respectivamente, quisieron honrarlo con su presencia, como hizo el antiguo líder del sindicato polaco Solidaridad, Lech Walesa, que se autodeclara como primer admirador del Papa. En segunda fila ocupaba un lugar preminente el embajador español ante la Santa Sede, Carlos Abella, con la pechera repleta de condecoraciones.

Bajo el balcón de la basílica de San Pedro al que, el lunes 16 de octubre de 1978, se asomó para saludar al mundo que ignoraba quién era aquel jefe de la Iglesia que acababa de elegir el cónclave de cardenales, Wojtyla se mostró ayer monotemático y su primer lugarteniente, el cardenal Josep Ratzinger, también. "Constatamos que usted se ha entregado por completo al servicio de la Iglesia hasta que se ha dejado consumir", le dijo, en señal de agradecimiento, el decano del colegio de purpurados.

Por la mañana, en un día en que el sol de otoño parecía haber querido añadirse a la efemérides, el cardenal portugués José Saraiva Martins, ministro para la Causa de los Santos, se refirió a esta cuestión al ser preguntado por este diario en mitad de la plaza de San Pedro, donde se dejó fotografiar con diferentes parejas de japoneses que desconocían su rango eclesiástico.

LOS LIMITES FISICOS

"El (refiriéndose a Wojtyla) no esconde su estado. La única preocupación que tiene está en que sus límites físicos no sean un obstáculo para el cumplimiento de su misión", dijo Saraiva, que se declaró admirado por el "coraje" de su jefe de filas y "por la lección profunda" que el 264.º sucesor de San Pedro da al mundo con su testimonio de dolor.

LA DECISION

El purpurado insistió en que lo que está ocurriendo con la actitud del Papa es "un tema de reflexión". Interrogado por su opinión sobre las voces que reivindican el derecho del Pontífice a vivir sus últimos días tranquilamente, a resguardo del ojo público, Saraiva afirmó: "Nadie puede decidir por él. En realidad, es un mártir de su ministerio".

Entre los primeros peregrinos en llegar a la plaza de San Pedro para asistir a la celebración, también había quien tenía su opinión al respecto. Mary Dworak, una mujer que dijo ser polaco- americana y que lucía un pin gigante en la que se podía ver al Papa polaco saludándola, en 1981, en una visita a Cracovia, afirma que el cerebro de Juan Pablo II "está fantástico".

Dworak, que ahora vive en Chicago e iba ataviada con un traje regional polaco, cree que "cada tiempo de la vida es diferente. Y ahora el Papa vive su invierno, que es tan bonito como la primavera". La mujer sostiene que al Pontífice le queda "mucha cuerda" y que el próximo Papa será americano.

En eso también coincide con el cardenal Saraiva que considera que "el próximo o el siguiente máximo responsable de la Iglesia sería bueno que fuera latinoamericano. El futuro de la Iglesia está en aquel continente", aclaró, refiriéndose a que la mitad de los 1.000 millones de católicos viven en esa zona del planeta. El purpurado portugués admite, sin embargo, que "aún quedan desafíos muy importantes que resolver en Europa". La multitud lo saludó con creces.