Corría el año 1979. La Dirección General de la Energía había autorizado dos nuevas centrales nucleares en España. Y una de ellas se ubicaría en la localidad pacense de Valdecaballeros. La noticia hizo avivar la voz crítica de los extremeños que, en su mayoría, rechazaban este proyecto (hubo hasta un encierro de 71 alcaldes para expresar su oposición a la nuclear) y la protesta que se vivió en aquel momento se convirtió en la más importante de la historia de la región. De hecho, se llegó a definir como El día que despertó Extremadura. En Villafranca de los Barros, en 2005, también hubo una de las manifestaciones más sonoras de las últimas décadas. La causa, la intención de construir una refinería en Tierra de Barros, a la que se opuso gran parte de la ciudadanía y así lo hicieron saber en la calle (aunque también hubo movilizaciones a favor de este proyecto). Ninguna de las dos iniciativas se terminaron desarrollando.

Son dos de los precedentes que existen en la historia democrática en que los extremeños han logrado unirse con fuerza para defender una causa común que afecta a su comunidad logrando que la participación se haya podido considerar un éxito.

Otros motivos como las Marchas por la Dignidad -para denunciar los recortes sociales, la corrupción y la alta tasa de paro-, las concentraciones cada vez que ocurre otro crimen machista, las protestas por el trato a los refugiados o las reivindicaciones del 1 de mayo por un empleo digno aunque han conseguido atraer a público, no han logrado hacer el mismo ruido. Extremadura siempre ha arrastrado un carácter inmovilista.

Badajoz y Milana Bonita / La manifestación de hoy en Madrid, el 18N, pretende pasar a la historia como una de las mayores movilizaciones de la región y como una de las más clamorosas protestas por lo que se considera un trato desigual en comparación con el resto de comunidades.

Aquí también hoy dos precedentes importantes. El primero en Badajoz, el 22 de octubre del pasado año, donde tuvo lugar la primera reivindicación. Unas 3.000 personas marcharon por las calles de la capital pacense y el actor Alberto Amarilla leyó un manifiesto y contó su propio periplo cada vez que se monta en el tren en Madrid para venir a Extremadura.

Y el pasado 8 de septiembre, día de la comunidad, los integrantes de la plataforma ciudadana Milana Bonita, desde Plasencia, fueron los primeros en hacer ruido -y mucho- en Madrid reclamando un tren digno. Caracterizados como si fueran los protagonistas de la novela de Miguel Delibes y la película de Mario Camus, Los Santos Inocentes, y portando en cestas embutidos típicos de la tierra donados por empresas que apoyaron igualmente la causa, quisieron lanzar un mensaje claro: «El Estado es el señorito que nos maltrata». A la manifestación de esta mañana también se unirán como un colectivo más (aunque al principio se opusieron por considerarla politizada).

La jornada de hoy, con la pretensión de que se oiga una única voz de crítica e indignación porque la región tiene el peor tren de España, también quiere hacer historia. Que se recuerde como: Aquel 18 de noviembre en que Extremadura volvió a despertar.