Aquel día Extremadura me pareció grande y cercana. Recuerdo ese domingo de verano con los ojos de un niño de diez años. En mi retina se fijaron las imágenes de cientos de personas de toda la región llegando a Villanueva y gritando que habían conseguido burlar los controles policiales corriendo por el campo. Allí escuché por primera vez las canciones de Pablo Guerrero entre banderas extremeñas y crespones negros en los brazos. Aquel domingo distinto intuí que Extremadura podía ser lo que quisiera.

*Periodista