Las mañanas de sábado en Washington suelen ser muy tranquilas. Pero la de ayer, dominada por una intensa borrasca, no fue así, más bien lo contrario. Los ciudadanos sufrieron un caos circulatorio motivado por los numerosos cortes de tráfico que provocaban las caravanas de limusinas, con los altos dirigentes de los países representados en la cumbre del G-20 a bordo.

El trabajo de los servicios de seguridad obligó a los ciudadanos a esperar en sus coches el paso de las comitivas y a resignarse ante las numerosas calles cortadas que rodean los hoteles donde se alojan los jefes de Estado y de Gobierno de la cumbre.